Honoré de Balzac : Los solteros. Esta es una serie de tres novelas escritas en diversas épocas, y reunidas en la edición final de La comedia Humana como una trilogía. Las tres comparten el eje temático de personajes cuya soltería, o más bien el celibato obligado por esta causa, las ha transformado en seres de naturaleza mezquina, donde la ambición ha reemplazado la ausencia del amor o siquiera del cariño de los otros, y hasta la maldad se asoma de manera subrepticia, provocando conflictos y tragedias a quienes los rodean. Pierrette (1840) relata la historia de una chica huérfana cuyos primos solteros la adoptan por los bienes que le corresponden por herencia a la chica, y de los cuales podrían disponer al someterla a su voluntad, haciendo de ella una sirvienta y provocando su muerte, aunque no deliberada, sí esperada. No es sólo económico el interés, sino que participa la envidia hacia la belleza y la bondad por parte de quienes se ven privados de ellas. Estos elementos interesantes se ven debilitados, en parte, por el procedimiento, muy habitual en Balzac, de comenzar con una acción e interrumpirla para hacer resúmenes más o menos largos, esta vez ocupa casi el tercio de la novela, lo cual va en detrimento de la tensión y la comprensión del lector. A esto se suma que la personalidad de la vieja solterona se ve demasiado estereotipada aún en su tipo, careciendo de los relieves y el desarrollo psicológico que hemos visto por ejemplo en La prima Bette. A todo esto, el lenguaje, esencial para compensar estar características del estilo balzaciano, no colabora, siendo superficial y de nivel medio, porque no podemos hablar de un lenguaje realmente "malo" en Balzac. El tratamiento, entonces, es llano, sin relieve ni profundidad psicológica, ni siquiera psicosocial, como en otras novelas, donde hasta los temas comunes (caso de Beatriz) se ven realzados o renovados por un lenguaje elevado, poético, si da el caso, filosófico o simplemente narrativa pero de tintes más intensos. La segunda historia, El cura de Tours (1832) cuenta la historia de un abate de pueblo siendo víctima de las mezquindades de una solterona que quiere descreditarlo en fevor de otro, de quien obtendrá mejores réditos. La historia está bien contada, más allá de cierto tono explicativo y de poco desarrollo spicológico, pero es un esbozo de lo que posteriormente desarrollaría en El primo Pons de manera magistral. El tema es prácticamente similar, donde un hombre de edad, soltero, con una ingenuidad rayana en la torpeza, es víctima de una mujer común y corriente, pero cuya mezquindad se va develando con el tiempo al ser tentada por ambiciones que antes no conocía. La tercera historia, La Rabouilleuse (1842), es una novela larga que sufre el habitual tratamiento en este tipo de novelas por parte de Balzac: el giro rotundo de una historia a otra, que luego se irán ensamblando en el final. Sin embargo, esta fragmentación, de por sí un punto particularmente difícil y a la vez un punto fuerte de Balzac por la magistral forma en que la ha aplicado, que le juega en contra, porque el lenguaje mediano no ayuda a tolerar los largos resúmenes que se explayan en temas absolutamente secundarios que no llegan a tener relevancia ni relación con el resto. Un caso relevante donde el mismo juego aporta relieve es el de Beatriz, donde la larga historia de la Bretaña conforma un clima de donde los personajes y su psicología surgen espontáneamente. La superficialidad del tratamiento es otro punto en contra, donde la acción transcurre sin grandes contrastes ni relieves, pozos y cimas otorgadas por las características de los personajes, que en este caso son muy estereotipados. El hermano bueno y el hermano malo, la madre que siempre cede su voluntad al hijo malo, el viejo soltero acuciado por la belleza y la juventud de una sirvienta que hace de él lo que quiere en vías de obtener su herencia. Estos temas, de por sí trillados, pierden tintes interesantes y renovadores, si no están tratados de una forma atrayente. En Balzac, cuando el lenguaje y el pensamiento se reúnen para crean una prosa intensa, revelando por lo que no se dice zonas oscuras de sus personajes, dando a las acciones triviales una intensidad cruenta, son capaces de sobrevivir el paso del tiempo. En el caso de estas tres historias, ellas son víctimas, pienso, de un autor demasiado prolífico, cuyas motivaciones económicas, muchas veces, pueden haber influido en la intensidad, y por lo tanto en la calidad, de los resultados.
Ricardo Güiraldes: Don Segundo Sombra (1926) Última novela publicada por el autor, a los 40 años de edad, es la más famosa de su producción, considerada también lo mejor de toda su obra. Sin duda, es así, pero los factores por los que se la encasilla dentro de la denominada literatura gauchesca en la enseñanza secundaria la condena a quedar relegada en ámbito marginal con respecto a la literatura en general. Salvo por contadas y prestigiosas excepciones, como la de Borges, pocos son los que destacan sus méritos como gran literatura más allá de sus correlaciones con el Martin Fierro de Hernández y otras producciones de ámbito campero. Tal vez lo que mejor encierra la filosifía de 4esta novela podemos hallarlo en una frase de la última página, cuando el narrador protagonista ve irse a Sombra se dice lo siguiente: "aquello que se alejaba era más una idea que un hombre". Por esta razón, esta novela no tiene como protagonista en primer plano a quien da título al texto. Siendo sí un personaje principal, en realidad sirve de apuntalamiento técnico, digámoslo así, al protagonista, pero principalmente como guía espiritual, en el plano dramático y existencial para el mismo protagonista ya mencionado. La trama nos conduce desde la infancia del narrador a través de una acertada estructura de rememoración, con dos o tres pausas temporales donde, como mojones, el narrador se detiene para hacer una recapitulación de su vida hasta entonces, sin representar esto un flashback propiamente dicho, sino conformando una parte más de la estructura narrativa lineal. El encuentro con Don Segundo Sombra es el más importante de estos episodios, por supuesto. Si al principio nos parece arbitrario la elección que hace el protagonista de seguirlo, es porque aún no conocemos del todo al protagonista. Es, hasta este momento, un chico, y aunque es el adulto el que está contando, su punto de vista el acorde con la época que narra. Las razones por las cuales el viejo gaucho influye tanto en nuestro protagonista se verán más adelante. El lenguaje elegido por el autor ha limado los excesos simbolistas de otras novelas y ha dado lugar a otros dos tipos de estilos: el localista (en los diálogos y descripciones), y el meramente literario, sin duda el más acertado, aquel que con su neutralidad hace una especie de conversión adecuada. Todo s estos elementos no resultan chocantes, sino amenamente equilibrados. Hay una poética que no se regodea en las características del gaucho y sus costumbres. Lo descriptivo es anecdótico, salvo cuando se trata del paisaje. Este es un protagonista más de la novela, es en realidad la simbiosis donde se funde los más profundo de los personajes: la maduración personal del narrador y la personalidad siempre velada, mostrada siempre a regañadientes, de Don Segundo. Las escenas de arreos, domas, peleas, tienen la crudeza de la realidad descrita con un tono que roza lo metafórico, y esto es mérito de la influencia simbolista francesa. Es, también, un hecho acertado el que Sombra no sea el hombre que otorga enseñanzas ni se pone en un sitio de moralista asentada en su experiencia. Sus palabras son escuetas, duras, con un cinismo muy filoso en ocasiones. El viaje de aprendizaje y maduración del protagonista está sembrado de éxitos basados en el trabajo duro bien hecho y algunos sinsabores del fracaso y la verguenza del que está aprendiendo sus primeros pasos. Los temas de esta novela son muchos, pero quizá el principal sea el de la soledad a la que todo hombre está condenado. Todo hombres, parece decirnos, es uno frente al paisaje, se trate éste de la pampa o del mar, incluso cuando el protagonista se para frente a los cangrejales y se siente expuesto e indefenso frente a esos animales que podrían carcomerlo como a los caballos atrapados en el barro. Animales que también parecen rezar a un dios personal cada tarde al mirar el poniente y extender sus pinzas. El tema de Dios y la religión es otro tema importante, pero tratado desde un aspecto tendiendo a lo escéptico, como de quien que ha fracasado en sus creencias. Como corolario, agreagmos que Güiraldes no dejó de concebir su obra, sobre todo la narrativa, como un mundo que sus obras se encargaban de mostrar en parte. Sombra ya ha aparecido en un cuento de sus libro de cuentos, y en otro publicado en la revista Plus Ultra en 1916. Los Galván son los hacendados protagonistas de Raucho, quien aparece como un amigo casi definitivo de nuestro protagonista narrador. Esto es importante, no sólo como expresión de una especie de autobiografía ficcionalizada, lo cual sería lo de menos, sino por la idea mayor de la creación de un mundo propio donde los elementos "reales" son simples ingredientes que la imaginación y la inteligencia emocional del autor se encargará de transformar en algo más trascendente. Un mundo con sus pprpias leyes, su comienzo y su fin, donde Rosaura podrá convivir en el a misma época con Don Segundo Sombra, donde Raucho podrá tomar contacto con el protagonista de Xamaica. Dos mundo o más que conviven, el campo y lo urbano, la moral austera, cruda y orgullosa del gaucho, la vida de los hacendados ricos que se embeben de la cultura europea, la vida aislada, sumisa, resignada de las mujeres de pueblo o la orgullosa y violenta defensa de las mujeres del campo.
Ricardo Güiraldes: Textos de publicación póstuma. Los Poemas solitarios y los Poemas místicos fueron escritos entre 1922 y 1927. Datan de una etapa madura del autor, donde el en ámbito personal descubría un proceso de espiritualización cercana a las enseñanzas orientales y pasaba por el período de su enfermedad mortal. Estos poemas son una excelente muestra del múltiple talento de Ricardo para varios géneros. Ya en su libro de poemas había demostrado una capacidad para abordar la poesía, siempre desde un punto de vista rupturista en la estructura, donde lo poético pasaba más por la forma y las imágenes que por el contenido emocional. En los poemas que ahora nos ocupan, la ruptura persiste más atenuada, sólo para conformar una estructura de verlo libre, donde los versos tiene casi la forma de prosa. Podría llamárselos poemas en prosa o prosa poética, pero no es así del todo. Son poemas de versos largos y ritmo libre, con una música interna otorgada por la misma audacia de la imágenes. La primera serie nos habla de la soledad del hombre frente a l paisaje y entre sus semejantes, la segunda nos habla de una extrañeza espiritual que el hombre siente con respecto a sí mismo y a Dios. Son poemas conceptuales, donde la idea prevaleces afirmada y conducida por la imágenes. Tal vez, el ejemplo más acertado, que tomo al azar, es el siguiente: "Y una cesación de dolores precederá la hoz de mi paso con salutación de trigo unísono ante la segadora". El sendero se trata de un cuaderno o diario que el autor llevó esporádicamente e hizo más frecuente en el último año de su vida. Podemos encontrar aquí anotaciones, ideas y comentarios de mucho tiempo antes, rescatados precisamente en esta última etapa. Vemos así que hay ideas que se repiten, y una congruencia ideológica a lo largo de los años con respecto al espíritu del hombre y sobre la función de la literatura en general. Estas notas están embebidas de un tono nostálgico, triste, a veces angustiante y decepcionado, pero la belleza del lenguaje no da lugar a pesimismos enfermizos, a actitudes postrantes, sino a un curiosa especie de conformidad y resignación acorde con la paz interior que parecía estar experimentando a raíz de su enfermadad y con el posterior descubrimiento de ideas místicas. Las diferencias entre Buda y Cristo son menos importantes que las coincidencias, nos cuenta. Esta postura, absolutamente personal, era producto de una búsqueda donde los dogmas estaban hechos para romperse, donde las leyes arbitrarias estaban hechas para descartarse, y sólo servían como instrumento para la espiritualización del individuo, ya que el hombre está solo frente a Dios, antes, durante y al final de su vida. Dios y el paisaje rodean a un hombre solitario, un vacío tan tenaz como endeble es el cuerpo humano. Una cosa más respecto a este libro. Ya hemos hecho referencia a ciertas similitudes con Mallea. En este libro se evidencia aún más este estilo, la austeridad en las afirmaciones, claras, contundentes, alejadas de toda retórica o adherencias ideológicas, utilizando el lenguaje como instrumento para crear un género híbrido que Mallea perfeccionó en sus novelas, mezcla de novela y ensayo ficcionalizados donde los personajes son impersonales y el narrador es protagonista, escritor y el alter ego de sí mismo. La similitud no se queda únicamente en el tono del lenguaje, sino en la conceptualización de ideas filosóficas y místicas, en la búsqueda de una profundidad, o como le gustaba decir a Güiraldes, la elevación hacia lo claro. El libro bravo es un proyecto que quedó inconcluso. La idea aparentemente era desarrollar una serie de ensayos poéticos sobre el hombre y su relación con las circunstancias sociales, políticas y culturales. Una especie de catálogo sombre las caracteristicas individuales y su desarrollo en la interrelación con la época. Por le resultado, breve y parcial, parece apuntar a una cierto parecido, sólo de intenciones y no de forma, con Historia de una pasión argentina de Mallea. Pero lo que ha quedado escrito no es relevante. Pampa reúne los pocos poemas que escribió para lo que debía ser un nuevo libro de poemas. Aquí retoma el tono más descriptivo, donde el paisaje toma protagonismo, pero en este caso nos conduce haia el interior del hombre, y la idea de la divinidad es casi secundaria o indirecta. Se retoma la idea de la soledad del hombre, pero es incluso más cruda, más angustiante: es de noche bajo los astros y sobre el mundo. La serie de poemas sueltos, escritos entre 1917 y 1924, nos sorprende porque representan un avance intermedio entre la audacia y la inmadurez de El cencerro de cristal y la madurez filozófica de los Poemas solitarios y Místicos. Salvo dos de ellos, el resto muestra un desarrollo del lenguaje mucho más equilibrado, entre la audacia del simbolismo y las nuevas escuelas que aparecerían en los treinta y cuarenta. Estos poemas toman el siempre renovado tema del paisaje como expresión del alma sin miedo a la crudeza y al cinismo, menos preocupado por el humor o la ironía que por la verdad poética. Poemas como Cangrejal y Chimango son los más terribles y sobresalientes del grupo. Ambos, también, tienen sus gemelos temáticos en prosa en Don Segundo Sombra, confirmando esa mirada común que enlazaba diferentes expresiones a través del hilo de la misma preocupación fundamental. Los relatos y cuentos de realización temprana no son relevantes, parecen meros ensayos de aproximación a personajes y ambientes que más adelante trataría con mano firme. Los Estudios y comentarios nos presentan al Güiraldes ensayístico y crítico. Esta fasceta del autor es tan relevante como su obra de ficción. Los artículos presentados en la revista "La Nota" nos introduce en uno de los temas más importantes y que más influyeron en la cultura del autor. Como respuesta o comentario a un artículo sobre Chaplin, y a raíz de una cita de Corbiere por el autor del artículo, Güiraldes resalta el paralelismo entre el cineasta y el escritor francés, lo que sirve para ver dos cosas: las lecturas que influyeron a Ricardo y también su moderación para la polémica, ya que a la segunda respuesta, deja por terminado el tema, considerando inútil un intercambio de opiniones que en nada modificarían las opiniones de ambos lados. Las notas para la revista "Proa", de la cual fue uno de los directores, nos relatan su estadía en París y su conocimiento de los grupos literarios de la época, su amistad con varios de ellos, especialmente con Valery Larbaud. Aquí descubrimos una faceta literaria cosmopolita de Güiraldes, intercambiando experiencias y relaciones estrechas con autores tan importantes como fueron los simbolistas. La nota que relata la lectura de Romain Rolland es una de las bellas, lo mismo que su descripción de las tertulias en la librería de Adrianne Monnier, donde se reunían. El artículo sobre Saint John-Perse nos descubre al Güiraldes traductor, tan exigente como exquisito en sus gustos. Los artículos denominado Grafomanía nos habla de su interés sobre el estrecho límite entre ficción, realidad y filosofía, dando a la relevancia y significación de las palabras un interés filológico acorde con su preocupación como escultor de prosa y poesía. Otro punto interesante, es su pensamiento sobre la crítica, no alejado de lo que habitualmente piensa un buen escritor sobre ella, es decir, la parcialidad y la arbitrariedad de los comentarios literarios en los suplementos. A esto, le contrapone sus propios comentarios sobre libros, siendo moderado y constructivo su punto de vista, y especialmente lúcido y profundo. En estos comentarios, no teme dejar asentadas sus opiniones tanto literarios como políticas, pero estas últimas están apartadas de toda ideología partidaria, sino que van a puntualizar aspectos generales de la nacionalidad y el pensamiento, ambos indisolublemente unidos para la conformación de una identidad. Por eso nos dice, por ejemplo, sobre el nacionalismo en literatura o el arte en general: En la república intelectual, deberíamos estar libres de tales sanguinarios juegos de niños y no pretender nacionalizar la inteligencia, el arte, el genio, sino por el contrario facilitar por las traducciones el crecimiento del mayor de los privilegios humanos: el talento. Luego leemos los comentarios sobre pintura, que nos revela otro aspecto sumamente importante de Güiraldes como intelectual. La mayoría de estas notas relatan su estadía en Mallorca, donde conoció a varios pintores españoles y argentinos. Estos artículos, al carecer de la correspondiente ilustración pictórica, están sembrados de hermosos pasajes que los elevan de simples comentarios o anécdotas. Lo mismo puede decirse de la gran mayoría de sus artículos y comentarios, que no sólo son meras anotaciones, sino que cada uno está construido con la preocupación y la dedicación de un trabajo literario. Por eso encontramos fragmentos de alta poesía en prosa que tienen la rara virtud de transmitir la impresión del autor sobre determinado tema y al mismo tiempo construir una obra literaria que vale por sí misma. El otro artículo donde comenta la obra de Honegger, Le pacific, es una muestra aún más acabada de los recién comentado. Aquí leemos la aguda ironía de su pensamiento sobre el progreso en general, por ejemplo cuando habla de los autos Ford, para después hacer una semblanza narrativa descriptiva del poema sinfónico como si la estuviera creando en lugar de re-creando. De aquí el mérito de estos artículos, donde Ricardo no solamente se limitó a asentar opiniones, sino que cada una de ellas constituía un vehículo para su arte, es decir, su prosa teñida de una poética que nunca se desentendió del simbolismo, pero que maduró hasta adquirir un estilo propio, constante y adecuado para cada ocasión. En Notas y apuntes encontramos primero una serie de frases, aforismos o pensamientos cortos, que se destacan por su concisión, de lo que Güiraldes hizo una ley de su literatura, y por su profunda visión tanto de aspectos banales, en los cuales hundía su provocadora mirada, como de otros mucho más profundos. Las Notas sobre la guerra europea son, en cambio, mucho más débiles. Pecan de una retórica que nada aporta ni dice sobre la guerra, padeciendo de una cierta parálisis poética que ha dejado lugar una expresión superficial sobre pensamientos mucho más profundos sobre la guerra. Güiraldes no era un escritor político, y ante cualquier polémica superficial o retórica prefería retirarse luego de expresar su opinión sincera. Las Notas sobre un libro mallorquín nos devuelve al mejor Güiraldes, en sun aserie de impresiones y anécdotas sobre su estancia en Mallorca. Aquí, como en su descripción de la Pampa, el paisaje toma el primer plano, siendo una simbiosis con el lenguaje elegido, por lo cual el resultado es una obra literaria que no hecha en falta ningún supuesto desarrollo al que estaba destinado como parte de una obra mayor no concluida. La descripción de los viejos marineros, pescadores, de Puerto Pollensa, están dentro de lo mejor de su literatura corta no ficcional. Pero en Güiraldes, como ya dijimos antes, la ficción se entronca con la realidad de un modo peculiar, la crónica toma el cariz de una ficción por el tratamiento que se utiliza para transmitirla, por lo que en lugar de perder énfasis, se incorpora al imaginario del lector a través de este modo libre, y entonces permanece más tiempo y produce más impresión den el alma del que lee. La serie de Apuntes sobre diversos temas son otros hallazgos linguísticos y literarios, donde la visión poética se entronca con opiniones sobre la realidad de su época, y que sin embargo comparten una actualidad, por el mismo tratamiento elegido del que ya hablamos, con la actualidad del lector. El Epistolario no hace más que afirmar las impresiones arriba registradas. Cada carta está confeccionada de una modo literario, aunque debemos dejar asentado, por más que sea una verdad de Perogrullo, que aquella en época el género epistolar era considerado con ese rango, por lo menos en ciertas clases sociales e intelectuales. Todas y cada una de ellas tiene su mérito, y destaco especialmente aquella donde anuncia su renunciamiento al la dirección de la revista Proa a sus colegas Borges y Caraffa. Las dificultades y complicaciones, las resistencias y sinsabores para la confección de la revista parecen reflejos exactos de lo que hoy sucede. Nada ha cambiado en la actitud tanto oficial como privada ante estos emprendimientos. Lo que al principio parecía prometer gran éxito, fundamentado por el voluntarismo de una juventud ávida de expresar opiniones y tirar abajo viejos tabúes, pronto es resistida por envidia, intereses políticos, etc. Sus cartas finales, a pesar de estar ya afectado por su enfermedad, no hablan de ella, aunque se percibe cierto aire melancólico que no hace más que exaltarlo como persona e intelectual. Finalmente, para terminar esta semblanza que no tiene más fin que resaltar pobremente la personalidad de uno de los escritores más importantes de Argentina, transcribo uno de sus pensamientos finales sobre su actitud frente a la literatura: Tengo un sentido religioso, metafísico de la poesía. La considero nuestro camino y como tal no miro el lado de nuestros talones.
Fabián Vique: La vida misma y otras minificciones (2006) El cuento breve o hiperbreve, la llamada microficción que no ocupa más de una página a lo sumo, tiene más requisitos que cumplir, más limitaciones y reglas que la restringen, que quizá cualquier otro género o formato de ficción. Pero como en todo arte, el desafío es un incentivo, un impulsor para el buen oficio del creador. Para algunos autores, este género o formato no parece esconder secretos. El delicado equilibrio entre la sorpresa, el absurdo, lo real, lo ficticio, el humor, deben verse en su justa proporción según cada historia a ser contada. Fabián Vique es uno de estos artesanos que saber cómo construir, confeccionar y matizar sus historias. Desde las mismas historias narradas, originales, profundas, terribles en muchos casos, pasamos por una serie de matices que se van sucediendo en cada párrafo, a veces en dos oraciones distintas. La variedad de recursos es enorme: el punto de vista que cambia, la historia que comienza siendo una y termina reflejando otra distinta, una historia paralela hacia la que el ojo de la cámara se dirige de repente, el humor, adecuadamente proporcionado, puesto directamente en los textos más cortos sobre todo, como para aliviar el clima y la tensión que el resto provoca. A veces, este humor se permite ciertos pasos tímidos, como asomando la cabeza, en historias fuertes, otorgando un tono claro y un aire fresco que no hace más que acentuar el contraste y ofrecer relieve a lo principal de cada historia. Pero uno de los grandes méritos de estaos textos es el desarrollo de los personajes. Ellos están apenas esbozados, pero tan certera es su descripción, que resulta sumamente fácil imaginarlos, aún cuando sean personajes extravagantes o el absurdo sea el punto principal de su existencia. Por ello mismo, la verosimilitud, tan difícil en un texto corto, aquí se ve arraigada en personajes bien definidos a través de un lenguaje preciso, por eso he dicho antes que estas ficciones están sabiamente construidas. A veces, uno tiende a desilusionarse de textos breves porque dan excesivo relieve a la anécdota trivial o el episodio gracioso. El absurdo, sin embargo, en ocasiones salva la situación, pero por sí mismo poco puede hacer si no hay un trasfondo más profundo, más trascendente. Para hacer literatura, pienso, hay que tener algo interesante que decir. Estos cuentos de Vique demuestran y confirman que en muy poco espacio puede hablarse de cosas tan importantes como la muerte o la maldad, de Dios y la vida más allá de la muerte, del amor y sus múltiples facetas, complejidades y contradicciones. Hay textos magníficos, conmovedores, como Las muertes cotidianas, otros donde el humor esconde desórdenes inquietantes, como El escupidor de Rafel Castillo o El cerdo, o también cuando se habla del tiempo y de Dios, como en Dios y Siod, Diez minutos, El fin de los suicidas ferroviarios. Hay cuentos donde los personajes extraños prevalecen, y su mismo misterio eleva la historia a niveles crudos e intensos, como El bebé de Nicanor o Atormentado. La calidad de las historias contadas recuerda los grandes temas de Kafka, Buzzati o Scholz, aunque el estilo es muy particular, no del todo localista pero sí de una cálida familiaridad, casi como despreocupado y casual, pero esto mismo es una construcción cuidadosamente preparada. Lo que suena casual y simple puede transmitir más inquietud que lo artificioso. Es, entonces, un requisito más para el éxito de una pieza breve. Si es que pretendemos que este tipo de textos sobrepasen los estrechos límites del chiste o lo anecdótico para pasar a los niveles en que autores como Hesse, Borges o los antes mencionados los han llevado. Vique aporta, para el caso, textos que sin ninguna duda enriquecen el género y la literatura en general.
Ricardo Güiraldes: El cencerro de cristal (1915) Cuentos de muerte y de sangre (1915) Raucho (1917) Rosaura (1918) Xamaica (1923) A este escritor argentino, de muerte prematura a los 41 años por cáncer linfático, demasiado a menudo se lo recuerda encasillado siempre en la denominada literatura gauchesca por su famoso Don Segundo Sombra, pero los libros que ahora nos ocupan muestran una gama amplia de recursos literarios y es fácil ver un metódico itinerario de aprendizaje. Publicó sus dos primeros libros a los 29 años, uno de poesía y otro de cuentos. El primero lo muestra influenciado por el modernismo, pero sin los tintes excesivamente retóricos de Rubén Darío. Es un modernismo más localista, con influencias simbolistas en los poemas más logrados, y hasta algunos tintes surrealistas. Pero el resultado final, aunque tal vez novedoso para la época, -según los comentarios de especialistas, por sus imágenes rupturistas, sus coloquialismos inmersos dentro de estructuras académicas, el desafío extraño de ciertas imágenes visuales mezcladas con elementos auditivos y viceversa-, la impresión final, entonces, no es del de un libro de poemas del todo homogéneo ni tampoco logrado. Los poemas que más se destacan son aquellos donde la simpleza de la imagen prevalece, los versos cortos y la imagen precisa y delicada, incluso de cierta novedad en la metáfora apneas buscada, por ejemplo: las nubes sangran, o la noche se ha dormida, acostada sobre el llano. Los poemas en prosa, indudablemente modernistas en su temática y estilo, son los más intrascendentes en mi opinión, por más que el autor, de esta influencia, hiciera adrede estos poemas imitativos en los que intentara introducir una veta irónica y de parodia. Güiraldes era un gran lector, un asiduo visitante de Europa, en donde se embebió de importantes lecturas y aprendió primero a habituarse a la buenos autores y luego a seguir su estilo. Por ello este libro de poemas sobresale por lo heterogéneo de su poética, su brillantez de colores en sus imágenes, la audacia de las mismas, la buscada ruptura de lo clásico, la parodia y la simpleza alternándose tanto en la forma como en el contenido. El resultado final, salvo algunos buenos poemas, ha sufrido el paso del tiempo. El libor de cuentos, sin embargo, lo muestra más asentado, más seguro, y los resultados son muy superiores. Si miramos con cierta exigencia, podemos encontrar un estilo en ciertos momentos inseguro, sobre todo en los primeros relatos, pero sólo en el estilo y el lenguaje, no la forma. Creo que el relato corto fue una elección meritoria. Lo escueto de las anécdotas se engrandece e intensifica por la forma precisa, apenas insinuada o mencionada casi al pasar. Es así como el lenguaje es precisamente el contenido, la acción se limita a unos breves rasgos, el ambiento apenas pintado, y todo esto colabora para que el lector aporte lo más de sí mismo en la lectura, y se asombre con el final, generalemente rotundo y acertado, nunca exagerado ni de golpes bajos. El final de un cuento corto, como a Borges le gustaba decir, debe ser sorpresivo pero natural a la vez. Es de esta forma como estos cuentos, sean sobre personajes históricos protagonizando anécdotas inventadas, o peones de campo relatando cuentos alrededor de una fogata, son capaces de insinuar toda una historia mayor a partir de ciertas pistas, pero estas pistas no son cabos sueltos, sino que conforman nudos bien consolidados, que unen partes que el lector enlazará en su imaginación. Por eso, y sin nada más que sea necesario, estos cuentos cortos cumplen su función adecuadamente. El paisaje es un protagonista más, casi el principal, donde estas historias, inverosímiles en otros ámbitos, toman el rótulo de realidad tangible. Incluso sus protagonistas, aquienes apenas llegamos a ver o conocer, toman un cariz mítico a causa de este paisaje creado por la estructura y el lenguaje narrativo. Mención aparte merecen los cuentos agrupados bajo el título de Trilogía cristiana. Es sabida la admiración de Güiraldes por Flaubert, y estos cuentos son casi una imitación de los Tres cuentos del autor francés. Es por eso que luego de una incursión en la parodia y el humor irreverentemente religioso del primer cuento, se introduce en el ámbito de del autosacrifico y en el abandono total de sí mismo de quien fue considerado un criminal y un salvaje en hara de entregarse al otro para sí lograr la absoluta redención. Finalmente, Güiraldes toma al personaje de San Antonio así como Flaubert tomó a Julián el Apóstata, y así como éste logró una de sus historias más terriblemente bellas, Guiraldes obtiene de su asceta el máximo tono de la autoflagelación para la expulsión de los demonios interiores. Dos años después, publica Raucho, una especie de crónica novelada de su propia infancia. Como en su libro de poemas, se destaca por fragmentos, especialmente donde las imágenes floridas y posmodernistas van ganando terreno en su prosa antes tan escueta y precisa. El resultado, evaluado particularmente en ciertos pasajes u oraciones, es interesante, casi como ejemplos de una técnica en experimentación. Y sin duda así es, porque los elementos que conforman la novela lo insinúan de esa manera: autobiografía, técnica poética en una prosa llana que busca contrastes, sucesión de vicisitudes y personajes descriptos como en enumeración casi teatral, y sobre todo la única línea que recorre todas esto: el relato de un jóven sobre su infancia, crecimiento y aprendizaje. Nada demasiado profundo, sólo un recorrido superficial por ambientes y una época, un documento sentimental, podríamos decir como conclusión. En Rosaura encontramos al prosista definitivo, esta vez en su veta romántica. Pero romántico en este caso no es hablar de historias rosas y personajes edulcorados, sino de un romanticismo a la europea adaptada a los cánones costumbristas argentinos. Es fácil ver acá el incipiente estilo de Benito Lynch en tratamiento del ambiente como expresión de estados anímicos y como factor determinante en la creación de personalidades. Un pueblo visto como una cárcel abierta, una tierra y un cielo sin límites pero cuya extensión es tan imposible de atravesar como una barrera infranqueable. Una historia de amor descrita con un estilo delicado, entrañable, un lenguaje donde lo sentimental no molesta porque está teñido de tonos más oscuros y misteriosos, aquellos que los personajes esconden y el lector debe adivinar. La simpleza aparente de los protagonistas es compensada por la riqueza ríspida y dura del ambiente que los rodea, paisaje u personajes parecen golpearse uno a otro como miembros de un matrimonio sólo feliz de puertas afuera. Las limitaciones de los protagonistas, ella con su lirismo elegido, él con su mundanidad que lo protege de todo riesgo sentimental, están dadas por el ambiente en que viven, pero también son ellos los que crean esa condiciones sociales. Un ida y vuelta que produce historias como esta, que se repetirán una y otra vez, como un perro que se muerde la cola. La destreza de este cuento largo está precisamente en esta simbiosis de suave y sentimental entretenimiento, debajo de cuya superficie encontramos un angustia existencial, casi una alegoría de la obstinada insistencia de cada hombre y mujer en en amor, la desilución y el dolor. Xamaica fue publicado en 1923, pero escrito en 1919, a los 33 años de edad. Es, hasta es´te año, su obra más lograda. Desde la estructura y el lenguaje es sumamente atípica para la época, por lo menos en estas regiones, donde la novela costumbrista y de campo predominaba en una forma más convencional, y la literatura urbana aquejaba del mismo mal, salvo honrosas excepciones. Xamaica es una novela que tiene ciertas connotaciones autobiográficas, pero son sólo elementos secundarios, instrumentales podríamos llamarlos, que sirven como fondo y herramienta para la confección de la novela. Es, en principio, un libro de viajes, porque comparte con este género la forma de diario. Es, también, un diario personal, desde el punto de que relata la evolución personal y los sentimientos hacia una de las pasajeras. Es, también, una crónica descriptiva de lugares, hecha de manera poética. Pero todo esto está ensamblado de manera magistral: la poética del lenguaje resalta los sitios visitados, a su vez éstos son personajes que se amoldan a las vicisitudes emocionales de los protagonistas. La poética del lenguaje, que siguiendo la tendencia posmodernista original, ha madurado hacia imágenes mucho más provocadores pero elegantes, sutiles y originales. Por ejemplo, cuando habla del mar, en párrafos extremadamente bellos, o cuando utiliza la siguiente imagen: al borde de las pequeñas olas, que caen doblándose con ruido muerto de trapo mojado. Es otra parte de su estilo el utilizar palabras no convencionales, aceptadas pero no de uso coloquial, por lo que resultan extrañas, pero constituyen con el todo una forma determinada, una peculiaridad, por ejemplo: Sus brazos parece haberse alargado de caimiento. Estas características estilísticas del lenguaje, sumadas a los diálogos alejados de todo convencionalismo, que suenan construidos, hasta artificiosos, son en realidad parte de una concepción de la literatura no como un instrumento de mostrar la realidad, sino de filtrarla a través de los criterios culturales de cada autor. No es casual la semejanza respecto a esto y en cuanto a cierto tono indirecto, elegante, rebuscado, que hace recordar a Eduardo Mallea. Ambos autores no comparten solamente estas características estilísticas del lenguaje, sino una visión nostálgica, ciertamente pesimista y rodeada de una ensoñación más intelectual que sentimental. Es, entonces, una novela exquisita, donde la filosofía de la existencia no es pura retórica sino simbiosis, un puente entre el alma y la realidad circundante; donde el lenguaje deja de ser un instrumento para convertirse en esa misma visión, única y plural al mismo tiempo, porque a través de ella se manifiestan las interioridades de los dos personajes protagonistas. Para mi es, sin duda, una de las mejores novelas escritas en Argentina en el siglo xx.
Patricia Highsmith: El talentoso señor Ripley (1955) Highsmith publicó esta primera novela con el personaje de Thomas Ripley a los 34 años. Permanece, a 55 años de su aparición, como una de las mejores novelas escritas en todo el siglo XX. Los factores para ello son múltiples: su escritura, sus connotaciones sociales, sus características psicológicas. Como lo haría más tarde en Ese dulce mal, el punto de vista único es el factor predominante en la fuerza que sostiene y empuja a esta novela. La patología sociópata de este personaje es evidente, pero el punto de vista que elige la autora, como narradora omnisciente limitada, genera una ambigüedad que hecha raíces en el lector, y éste, finalmente piensa y siente identificándose con el protagonista. Si éste es un asesino o un santo, es arbitrario y hasta cierto punto irrelevante. Sólo importa para el transcurrir de la trama, para la linealidad argumental, pero no para el compromiso al que la autora fuerza a cumplir al lector. Uno se ve atrapado por el lenguaje exacto, elegante pero preciso, austero pero con una poética de lo extraño y lo morboso dentro del ámbito de la cotidianidad. Los personajes de Highsmith no se destacan por su locura evidente ni por gestos o acciones estrambóticas. Son personajes comunes y corrientes en cuya mente nos vamos adentrando de a poco. Su lenguaje es normal a simple vista, su relación con los demás es aparentemente normal. Luego, sus pensamientos no se alejan de lo habitual, pero vamos descubriendo pequeñas incongruencias, que por ser parte del mismo pensamiento, no se destacan demasiado. Pero entre estas incongruencias existe un factor de extrañeza, algo más bien intuido, que finalmente se revelará con un acto definitivamente violento. Por lo tanto, tenemos entre manos a un personaje cuyos motivos, cuyos secretos, se van revelando, y por más que pertenezcan psicológicamente ambiguos, son claros. Thomas Ripley se destaca por su inteligencia y su lucidez, otro factor que suma a la complejidad de su patología, o que más bien la determina. Toda la novela, entonces, como una gran proyección de su mente, es un tratado sobre la identidad. Ripley comienza siendo un estafador de poca monta. No posee remordimientos, pero sí algunos escrúpulos de moral hipócrita. Fácilmente es capaz de imitar identidades, de realizar sutiles simbiosis de las que él se convence más a sí mismo que a los demás. Su sobrevivencia, su impunidad, por momentos difícil de creer si nos atenemos a lo que suponemos de la realidad no novelística, se basa tanto en una especie de suerte que lo favorece como en su perseverancia y su inteligencia. Ripley confía solamente en él mismo, e incluso cuando se cree a punto de ser atrapado, la desesperación en solamente interna, sin dejarla traslucir al exterior. No es extraño, por lo tanto, que en un momento de la novela se diga, por ejemplo: "Estaba solo y jugando a algo para lo que la soledad era necesaria".Estos dos planos de su realidad, no diferente de la de cualquier ser humano, coincide con la idea de las identidades. Incluso los otros personajes toman relevancia o relieve cuando son pensados por él. El ejemplo más claro es el de Richard Greenleaf. Este personaje desaparece pronto de la novela, y los que hemos visto directamente de él es casi como haber visto a alguien de lejos, o haberlo escuchado en conversaciones pasajeras. Pero cuando Ripley toma su personalidad, lo convierte en alguien definido y de características precisas. Ripley es un camaleón, sus propios deseos de progreso económico y tranquilidad lo unen al común de la gente. Ama el arte y ambiciona ver y apreciar el mundo. Su sensibilidad como ser humano no parece estar alterada por pensamientos ni deseos oscuros. El problema es que algo falla en su moral, las barreras que nos detienen ante ciertos actos en él no funcionan. Entonces mata, conscientemente, con mayor o menor molestia, pero siempre como un medio para solucionar algo. Como quien hace un trámite engorroso, él mata. Otro factor importante es el sexual. Ripley comparte las características de otros de Highsmith, su ambigüedad sexual es un factor relevante para sus acciones inmediatas. La homosexualidad reprimida es, sin duda, una pulsión´directamente relacionada con sus deseos violentos, atenuada por una sensibilidad exquisita para loa aparente y lo superficial. El vestirse y el hablar de determinada manera son instrumentos imprescindibles para su éxito, y esta apreciación de la sutileza y la elegancia es otro elemento implícito a la ambigüedad sexual. Hay un antecedente mencionado en la novela, cuando se dice que sus padres han muerto ahogados, y él tiene repulsión al agua. Podríamos relacionar, entonces este hecho con la repulsión que le produce Marge en ocasiones, por la naturaleza acuosa y fluidez de la mujer en general. La atracción por Richard Greenleaf no es directamente homosexual, por más que se sospeche. No lo ama, simplemente se siente bien con él, quiere compartir tiempo y lugares con su amigo igual que todos deseamos compartir cosas que nos gustan, porque a veces no es suficiente con que nosotros las disfrutemos solos. El otro es una extensión de uno mismo. Esto es lo que, quizá, ve en Richard. Cuando éste se distancia, cuando se aleja, es cuando Ripley también toma distancia de sus sentimientos, y entonces ve a su amigo simplemente como un obstáculo, como un factor utilitario. Lo curioso de Ripley es que sus planes tienen la apariencia de lo espontáneo, como si sus ideas no surgieran sino muy poco antes de ser concretadas. De allí, la aparente tranquilidad con la que actúa, y la suerte que antes mencionamos quizá sea nada más que un certero don de intuición que él posee. Otro elemento interesante es el de la realidad y la ficción. Si Ripley sobrevive a la desesperación, es porque se crea un mundo ficticio, donde él es otro o muchos, donde cree poder cambiar sin ser descubierto. Un mundo que, sin embargo, encaja con la realidad porque utiliza sus mismos instrumentos y objetos. Su ficción se mueve dentro de lo cotidiano como si estuviese formada de superficies blandas cubiertas de lubricante. Ripley se escabulle a veces sin saber cómo lo ha logrado. Esta ambivalencia ficción realidad se ve alimentada también por el punto de vista, por supuesto, sin el cual no sería posible esta ilusión que sostiene al personaje entre tantos peligros, sino también por méritos del lenguaje, que sin dejar de ser preciso es a su vez impersonal. Finalmente, debemos mencionar el extraño afecto que el lector llega a tomarle a Ripley. Sus actos son execrables, lo sabemos, así como él lo sabe, pero sufrimos cuando está en peligro, y deseamos que los hechos lo ayuden a evadirse de quienes quieren atraparlo. Este elemento, como ya lo mencionamos, es crucial para el éxito de la novela, pero no deja de ser extraordinario si lo pensamos con detenimiento. Ripley no es más que uno más de nosotros. Hace lo que todos haríamos si estuviésemos favorecidos por su misma inteligencia, destreza e intuición. Si estuviésemos, también, exentos de las barreras emocionales, culturales y morales que nos detienen, poniéndonos allí delante la culpa, una entidad que para Ripley no parece tener mucha importancia.
Peter Hartling: Los ojos de Waiblinger (1987) Esta novela del autor zuavo, que comenzó como periodista y recién a los cuarenta años se dedicó de lleno a la literatura, publicando libros de poemas, ensayos y novelas, comienza siendo una novela muy prometedora. En principio, el lenguaje es sumamente cuidado y de una alta calidad. Las oraciones son exactas, jamás caen en lugares comunes, y su estilo tiene la característica de no abundar en imágenes, sino en acciones indirectas. Es decir, los diálogos son transcritos literalmente, pero sin los guiones tradicionales, sino como parte implícita del texto. Esto es parte del objetivo del autor, ya que uno de los ejes temáticos de la novela es la dicotomía arte-vida, que a tantos autores ha preocupado a lo largo del tiempo, y entre ellos a otro cercano al ámbito cultural y espacial de Hartling: Thomas Mann. Aquí, el protagonista es un poeta que pretende entrar, por imposición paterna, en el Stift, instituto de teología y filosofía donde estudiaron grandes autores como Holderlin y Schelling. Pero el punto de vista elegido, escueto, estrecho, ambiguo, parece ir narrando la vida del joven protagonista a medida que él la escribe, o viceversa, cuando él la vive la vida es escrita. Su imaginación sobre los hechos inmediatos coincide con la realidad, o son tal vez recuerdos que él revive como premoniciones a posteriori. La realidad y la ficción, entonces, se construyen y reconstruyen mutuamente. El lenguaje es atemporal, y este es otro mérito de la novela. El único indicio de época nos llega cuando se menciona a Holderlin como conocido y contemporáneo del protagonista, a quien visita en su encierro. Sabemos entonces que nos hallamos en la primera midas del 1800, pero recién la fecha exacta se nos da más allá de la mitad de la novela. Es un hallazgo este tipo de estilo, austero, casi autista, podríamos decir, donde todo transcurre a partir del punto de vista del protagonista, por ello las acciones externas forman parte de algo que él parece estar leyendo y no viendo, o al mismo tiempo que lo escribe. Las falencias de esta novela surgen cuando todos estos elementos positivos no se convierten en elementos de uso sino en simples factores sueltos y desaprovechados. El protagonista vive un enredo amoroso con una joven de origen judío, relación resistida por la familia de ella. La cuestión es que no sabemos si esta resistencia se debe a los factores sociales imperantes, los antecedentes del protagonista (se dice que ha estado enamorado infructuosamente de otra joven y alguna vez intentó suicidarse), o a factores de incesto que se insinúan en la familia de la mujer. Estas ambiguedades, en lugar de cumplir una función de misterio, un factor que aporte pistas ciertas pero no dichas frontalmente, confunden por su vaguedad y debilidad. El personaje de Holderlin y su relación indirecta con el protagonista, es decir la relación vida-arte, no es desarrollada, y sólo se da como una pista inconclusa, como un camino que promete mucho y de pronto se interrumpe. La estructura de la novela está dividida en capítulos que alternan el punto de vista del personaje principal y el de una nña adoptada que vive con la prometida de Waiblinger. Esta niña está secretamente enemorada de él, y cumple a su vez una función de personaje testigo, pero finalmente su función real no es clara, no sigue una evolución, no se entiende el objetivo de utilizar a este personaje porque finalmente no tiene consecuencias ni en la vida del protagonista ni en la estructura emocional de la trama. Si su función fuera la de revelar el contraste entre la realidad y la interioridad del protagonista, no se cumple, porque el punto de vista de la niña está escrito como otra interioridad más, y tampoco hay, como dijimos, una evolución que indique otro camino o función posible. No hablo de evolución del personaje como persona, sino como instrumento dentro del plan de la novela, como engranaje de la maquinaria que hace avanzar la trama intelectual y emocional, es decir, la transformaciones de los conflictos dentro de este mundo novelístico. En fin, es una novela de lectura prometedora y ambicioso objetivo, pero que decae terriblemente en su resolución, quedándose, como una paradoja, en la superficie de sus propias ambiciones, sin profundizar ni desarrollar. Yo pienso que esta novela habría ganado mucho con una extensión mayor para ahondar en el desarrollo de los personajes y los conflictos, tan interesantes como lo son en este caso los pasillos que todo escritor debe transitar para dar coherencia a dos fuerzas sólo en apariencia contrastantes, la literatura y la vida.
Francis Bret Harte: Bocetos californianos Compilación de cuentos del escritor norteamericano, que incluye textos tempranos hasta lo último de su producción, es una antología, si no vasta, por lo menos digna y satisfactoria de su arte. Estos cuentos de Bret Harte tienen, en principio, un escenario excluyente: la California de la primera mitad del siglo XIX. Luego, ya siendo más específicos, diremos que dentro de este estado norteamericano, los cuentos se ubican en una zona limitada por los pueblos que surgieron como campamentos mineros alrededor de las minas, principalmente de oro, pero también de otros minerales. Entonces, el autor ubica su ficción en esta zona, y para ello se vale tanto de la ficción como de la realidad. Para quien no conozca esa zona y esa época, los pueblos mencionados, a menos que aún existan, no dicen nada especial, podrían ser tanto inventados como verdaderos. De aquí la primera ambigüedad, que no es tal sino como un factor a favor de la verosimilitud de las historias contadas. Bret Harte narra como un cronista, tiene ese lenguaje o estilo que en apariencia es de quien escribe contando anécdotas de una época. Utiliza, aunque no literalmente sino con una sutileza digna del mejor estilo narrativo, los quizá, los se dice, los tiempos verbales condicionales y los flashbacks que son apenas insinuados y no molestan, sino que suman imperceptiblemente pistas para la compresión de la historia. Y no siempre las historias son complejas. Algunas tramas sí lo son, pero el lenguaje sencillo y medido, simple pero trabajado, con la mejor técnica que puede aportar el periodismo, es decir, el recuento de hechos y la leve insinuación, desarma las tramas para apenas entreverlas y las vuelve a armar. Entonces el lector ya ha visto lo suficiente para comprender lo que se esconde en la oscuridad de los personajes. Cuando la trama es sencilla, el lenguaje suple satisfactoriamente la función de atención del lector. Aquí debemos decir que la poesía del lenguaje es el medio principal por el cual los personajes´no son descritos de una manera convencional, sino por su fusión con el paisaje, y es el escenario el principal protagonista de estas historias. Tampoco abruma en este sentido la descripción visual, sino que crea un clima estilístico-emocional. El lugar es el verbo, es decir, el sujeto y la acción al mismo tiempo. Podríamos emparentarlo con Mark Twain en su estilo, pero en Bret Harte la ironía no es lo principal, y el humor es medido y sólo un instrumento de alivio en la trama de estas historias. Su mirada tiene una ternura muy grande hacia los personajes, que habitualmente son pobres o fracasados. Sus jugadores de naipes hacen trampas, pero también son capaces de una abnegación y una conducta sublime cuando se ven enfrentados a ciertas circunstancias. Sus mujeres también son sobrevivientes, algunas traicioneras, pero simplemente sobrevivientes en un mundo de hombres. Los personajes, por lo tanto, no son ricos en su descripción sino en su conducta, y sobre todo en su relación con el medio. Es curioso cómo los personajes más ricos son aquellos que se adaptan al medio agreste y violento en el que viven, y aquellos que vienen o se mudan al este, es decir, a la vida más civilizada, parecen perdidos, débiles o de cierto afeminamiento moral. El ojo derecho del comandante es un cuento que incluye una ambigüedad de reminiscencias casi fantásticas, La suerte de Roaring camp es uno de sus mejores relatos, donde todo un campamento cría al hijo de una prostituta como una especie de tesoro propio, Los proscritos de Poker Flat muestra la abnegación y el sacrificio de que son capaces las supuestas escorias de la sociedad en circunstancias límites, El socio de Tennesee es otra muestra del caso anterior, e incluye uno de los finales más emotivos de estos cuentos. Brown de Calaveras, Miggles y De cómo llegó Santa Claus a Simpson's bar son otras tantas muestras de esta abnegación y espíritu de sacrifico de los personajes. Los hombres y mujeres de Bret Harte son capaces de matar sin miramientos, pero así como toman estas decisiones drásticas todos los días, por eso mismo, tal vez, son capaces de sacrificarse a sí mismos en bien de otra persona. Lo que une a estas historias, además del lugar y las características de sus habitantes, personajes que reaparecen en escena en diferentes cuentos, los tahúres Jack Hamlin y John Oakhusrst, por ejemplo, o Yuba Bill, el conductor de la diligencia, lo cual crea un lazo más para unir la verosimilitud en este mundo cuya crónica nos hace Bret Harte. Un mundo que parece real pero tiene el sabor de lo bien imaginado y contado, que posee, al mismo tiempo, la certeza de un tiempo pasado y la insinuante fantasía de lo nunca vivido pero vuelto a contar una y otra vez. No es casual, entonces que Jorge Luis Borges prologara esta antología. La crónica de tiempos violentos y los personajes de naturaleza contradictoria eran afines a su fascinación por un Buenos Aires remoto e imaginado, poblados de malevos de rostro pétreo pero espíritu de niño asustado.
Honoré de Balzac: Beatriz (1844) Escrita entre los 39 y 45 años, Beatriz no es solamente otra muestra del talento múltiple de Balzac para adaptar su técnica novelística según la temática o el argumento, sino también una clara evidencia de la destreza estilística y poética del autor. Está dividida en tres partes, las dos primeras publicadas en forma seguida, la tercera apareció dos a tres años más tarde. La diferencia entre las tres es un indicio claro de la progresiva evolución de los personajes, que se ve manifestada en el lenguaje y el estilo adoptado por el autor. Si estos cambios de tratamiento narrativo o de lenguaje son cambios ajenos a la trama y se deben a la distancia que media entre el comienzo y el fin de la producción de la novela, no interesa demasiado, aunque de alguna manera el lector puede intuirlo. De cualquier modo, estos cambios representan genuinamente la evolución del personaje principal, el joven protagonista que en la primera parte es un adolescente admirado de la belleza y la inteligencia de una mujer casi veinte años mayor, escritora que publica bajo seudónimo masculino. Esta primera parte, llamada "Los personajes", en en gran parte una extensa descripción de escenarios y personajes, e incluye los fragmentos más poéticos de Balzac que yo haya leído hasta hora. El preciosismo en los detalles nunca es cansador porque está teñido de un clima romántico en el mejor sentido, es dicei, no sentimental ni rosa, sino oscuro y trágico. El ambiente de la Bretaña francesa es lúgubre y sus tórridos acantilados que dominan el mar encrespado son una alegoría no sutil pero magníficamente poética del drama por venir. El la segunda parte, llamada precisamente "El drama", hay un esbozo de tragedia que no logra completarse, y por eso el drama se mantiene casi oculto para la superficie del mundo y la tragedia es parte del alma´de los personajes. El conflicto es el amor y los celos, el entramado de rencores y pequeñas venganzas, la lucha entre la inteligencia y el amor, entre el cinismo y los egoístas resabios de desilusiones pasadas. El joven, víctima del amor romántico, ahora es víctima de sus propios impulsos, y se va tornando victimario. El lenguaje acompaña el drama, cambiando sutilmente de la descripción poética hacia los diálogos que tampoco pretenden ser realistas. Hay fragmentos de cartas y monólogos que tienen la belleza del mejor Shakespeare, y la música del lenguaje eleva a grandes alturas una trama que no dista de ser común, y que en manos de cualquier otro autor caería peligrosamente en el riesgo de los inverosímil y ridículo. Aquí, la evolución del joven se ve acompañada por la evolución de la escritora, cuya vida parece haber transcurrido al revés de los demás: primero conoció la vida a través de los libros, luego aprendió en la experiencia. Como resultado, su alma aprende del dolor y se redima de muchas maneras. En la tercera parte, el lenguaje es claramente distinto. Si bien continúa el clima, es más realista y directo, y esto es como resultado de lo que los personajes han vivido: el desencanto y el dolor del amor no correspondido. Beatriz, que al principio parece ser la contrapartida de la protagonista en cuanto a belleza y cierta inocencia, va develando su alma endurecida y de tonos viles. Ella se venga de los hombres que la han abandonado llevando a su antiguo joven enamorado al adulterio. Quiere poner en ruinas ese matrimonio que considera feliz. El desenlace es en cierto modo feliz. El matrimonio se salva, Beatriz vuelve con su marido, pero el gusto que deja esta larga novela es muy parecido a lo que vemos en la vida real cuando nos cuentan episodios de una vida a lo largo de los años. La aparente incongruencia de los hechos es tan válida como el tratamiento que se utiliza para contarlos. Técnica y contenido se complementan. Es que la similitud mataría el contraste y el efecto meramente realista no la alzaría sobre la medianía de otras novelas similares, si no fuese por el lenguaje poético y casi ilusorio o distante. El mar, gran protagonista en las dos primeras partes, alimenta el espíritu romántico, que necesariamente deberá reducirse a un esqueleto triste a expensas del rechoncho y trivial realismo que aparecerá después. Por eso, el final terriblemente común y corriente, las grandes tragedias y su belleza no se han producido. El romanticismo se ha visto vencido por la cruel trivialidad cotidiana, y esta novela es una traducción exacta, magistral, asombrosa me atrevería a decir, en manos de un autor, consciente o no de ello, de la gran paradoja del mundo y la humanidad: la dicotomía entre realidad y apariencia, ilusión y desencanto. De ahí el genio de Balzac, lo que insinúa en mucho más de lo que dice, sólo hay que saber leer entre líneas su mirada ingenua, su ironía y su fatal desencanto.
Bertrand Russell: Ensayos impopulares (1950) Mi primer contacto con Russell fue hace muchos años. Tenía yo poco más de treinta años cuando leí el Diccionario del hombre contemporáneo. En esa época me gustó mucho este acercamiento inicial a una filosofía más seria que la que había experimentado en la escuela secundaria. Sus definiciones y explicaciones claras pero no demasiado simplistas, sus amplios conocimientos sobre todas las ramas de la cultura, fueron un descubrimiento importante para mí. Luego, quedó como deuda pendiente el volver a leer más de Russell. La ficción siempre le ganó terreno a la filosofía, así que recién mucho tiempo después leí Ensayos impopulares. Pasaron entonces algunos años y algo de experiencia y aprendizaje, y quizá, también, un cierto criterio que me permitió ver falencias donde antes no las veía, o si las intuía, no eran claras. Empecé este libro esperando disfrutarlo igual que el anterior. El primer capítulo habla sobre la filosofía y su relación con la política. Nos dice, también, que la ciencia representa el liberalismo, ya que tiene como base la duda y la experimentación permanente. El capítulo segundo nos dice que la filosofía tiene la capacidad de poner guías y límites a los descubrimientos de la ciencia. El tercer capítulo o ensayo nos habla de la situación política de aquella época, sobre el peligro del comunismo y de la amenaza de una tercera guerra mundial. Plantea tres hipótesis posibles para el devenir de la humanidad antes del fin de siglo. Es aquí donde comienzan las equivocaciones. Es obvio que es difícil para cualquier pensador que está inmerso en los conflictos de su época es ser lo suficientemente imparcial. Sus hipótesis suenan algo infantiles según lo que sucedió después. Nos habla, por ejemplo, de una destrucción completa de la humanidad, o de la creación de un gobierno común mundial. La realidad que siguió, si no completamente apartada de sus ideas, fue mucho más compleja y sutil. Su comentario sobre el peligro del comunismo está acorde con la paranoia de la época, si no es resultado también de una tendencia que su lenguaje algo superficial no tiende a desmentir. Nos habla de la diferencia entre la Unión Soviética y Estados Unidos en cuanto a libertad, pero no tiene en cuenta la aparición del MacCartismo y el imperialismo cultural de las siguientes décadas. El otro problema es que también justifica el uso de la fuerza cuando, por ejemplo, un país se ve amenazado por una idea o fuerza peligrosa, lo cual se contradice con las ideas expuestas en los capítulos anteriores, donde nos habla de la filosofía y el liberalismo como la fuerza capaz de evitar todo conflicto y violencia. Russell era un gran pensador, embebido en los conflictos de su época y muy capaz de adaptarse a las necesidades y circunstancias. Por eso, más que un filósofo profundo, era una especie de político de las disciplinas del pensamiento. Viajaba de la matemática a la ciencia, de la sociología a la política, de la filosofía a la literatura. Releyendo ahora su Diccionario del hombre contemporáneo, noto una similitud de impresiones. Su estilo lo convierte en una especie de divulgador general, de intermediario entre la complejidad de las disciplinas intelectuales y el común de la gente. No quiero decir que en otros libros no encontremos un Russell más profundo, porque los desconozco, ni que su pensamiento íntimo no sea mucho más interesante que lo publicado. Su popularidad quizá venía de allí, ser un intelectual para las masas, alguien que sacaba a flote las ideas generales de la ciencia y la filosofía con cierta ironía y un humor inteligente. Algo accesible para el hombre común que no tenía acceso ni capacidad para el entendimiento profundo o a la discusión constructiva de los graves problemas humanos. Hay, también, algunas de sus teorías que han caído en cierto absurdo, como la del posible gobierno mundial y la policía común. Sus opiniones sobre otros autores y pensadores, que para alguien que no los ha leído pueden parecer inteligentes sólo porque Russel las expresa con una conocimiento apabullante y una ironía filosa, resultan arbitrarias cuando uno lee a esos autores con un criterio personal, crítico y maduro. En resúmen, sus ideas resultan algo simplistas, por lo menos en vistas a lo leído, generales y parciales. Su estilo es algo arrogante y no disimula una postura personal no demasiado dispuesta a aceptar la arbitrariedad de sus opiniones, y de allí que su figura resulte de alguien más comprometido con sí mismo y su propio criterio que con la de un pensador preocupado por la angustia ancestral del hombre y su búsqueda por el origen a través del conocimiento.
Patricia Highsmith: El hechizo de Elsie (1986) Esta novela, cuyo título original es Found in the street, publicada a los 65 años de la autora, no es en mi opinión una obra del todo lograda. Comencemos por decir que su lectura se deja llevar por la esperable destreza narrativa de la autora, pero llega un momento en que nos preguntamos cuándo empieza el conflicto. Prácticamente la mitad es una presentación de personajes y situaciones que son claramente eso, una presentación, una preparación. Intuimos que algo se esconde, que algo va a a pasar. Tenemos una familia base, padre, madre e hija. Él es un ilustrador de libros, ella trabaja en una galería de arte. Tienen un vecino de tendencias pseudo fascistas que se mete en sus vidas. Hay una chica que ejerce su encanto sobre el matrimonio y este vecino. El título original remite a la billetera encontrada en la calle, y que el vecino devuelve a su dueño intacta. Es también una alegoría al personaje de Elsie, una chica que ha venido a Nueva York desde su pueblo y a quien Linderman, el vecino en cuestión, quiere ver como alguien a quien hay que rescatar de todo peligro. La situación planteada, las relaciones de los personajes, la homosexualidad implícita entre los personajes, los amores no correspondidos, todos estos secretos son, al fin y al cabo, los secretos que cualquiera esconde, incluso a veces a sí mismo. Todo eso genera una situación altamente prometedora. Pero las páginas pasan y las escenas se suceden sin que haya contrastes, densidad ni intensidad emocional. Si bien los personajes son intelectuales y su conducta es casi fría en sus relaciones, la autora no se introduce en el conflicto interior de los personajes, ni siquiera a través de su lenguaje. Las únicas veces donde parece hacerlo, cuando desarrolla la personalidad de Linderman, se queda en las patologías sociales y no psicológicas. El lenguaje, punto central para el manejo de todo esta situación, no sobresale, es algo chato, si no directamente lento y distanciado, sin compromiso con sus personajes. ¿Tal vez, podríamos llamarlo "cansado"? Desde el principio, hay un factor que adelanta estos problemas. Los resúmenes, es decir, la narración de sucesos anteriores en la vida de los personajes, y que deberían ser expuestos como pistas e indicaciones de motivaciones para conductas que luego leeremos, son largos y hasta torpes, forzados y muchas veces innecesarios. La trama, entonces, se ve muy "estirada". La verosimilitud de la patología de Linderman, único intento de adentrarse en zonas más oscuras y literariamente justificadas, finalmente se pierde por haber un contraste demasiado terminante con la "realidad" del otro protagonista, Sutherland. El punto de vista alterado de un personaje es creíble cuando esa mirada se torna la del lector, entonces éste vive lo que vive el personaje. Pero si en el siguiente capítulo vemos la realidad concreta a través de otro personaje, la ilusión emocional desaparece y la trama se convierte en una historia clínica, un informe policial o una mera crónica periodística con intención de novela o melodrama. La trama de atracciones sexuales parece tomar el primer plano, pero no es suficiente para dar un interés más allá de un pretendido estudio social o sobre la naturaleza de los sexos. La introducción del asesinato de Elsie no es ni sorpresivo ni representa un punto de quiebre en la trama, desde el punto en que debería constituir una bisagra en el aspecto emocional de los personajes o en el transcurso de la trama. La resolución, en lugar de tener que ver con los conflictos interiores de los personajes, se dirige hacia una venganza por celos realizada por un personajes menos que secundario, casi un chivo expiatorio literario. Si bien el tratamiento de Highsmith es por su estilo austero y distanciado, lo mejor de esta modalidad no se basa en la mera narración superficial, sino en el ahondar interior de los personajes, y esto no quiere decir hablar de sus patologías psiquiátricas, sino en las motivaciones que sus propias conductas denotan. Y para ello se necesita un lenguaje que la autora ha sabido desarrollar con altos méritos en muchas otras novelas y cuentos. Aquí, el resultado es pobre, el tratamiento convencional y superficial, y nos deja la sensación de una autora quizá cansada, repitiendo una fórmula anclada simplemente en su destreza narrativa, la cual es sólamente la fuerza física de la maquinaria intelectual.
Honoré de Balzac: Una doble familia (1830) La paz del hogar (1830) Madame Firmiani (1832) Estudio de mujer (1830) La falsa querida (1841) Los primeros cuatro cuentos mencionados fueron publicados entre los 31 y 33 años. Todos comparten la excelencia de su escritura, a pesar de su temprana edad, y como hemos dicho antes, su destreza para la historia corta parece haber madurado antes que para la novela. Por supuesto, la escritura es excelente. El autor sabe hasta dónde contar. Es verdad que estamos ante una literatura que podría llamarse de detallista, descriptiva y realista, todo esto propio de la características literarias del siglo XIX. Pero el naturalismo todavía no ha aparecido, y el desarrollo psicológico anclado en la herencia genética e influenciado por el medio social no son dogmas como llegarían a serlo en Zolá, por ejemplo. Balzac experimentaba, utilizaba diversos recursos narrativos para sus cuentos y novelas. Sus descripciones son exactas, tanto para dar idea del escenario como para caracterizar física, intelectual y emocionalmente a un personaje. Incluso las descripciones de lugares tienen más que ver con el tono y el clima que quiere darle a la novela o historia, más que por una simple razón estética. Para esto, Balzac se sirve de un lenguaje maduro y complejo pero no difícil, un lenguaje que pocos autores han logrado, es decir, ser lo suficientemente claro y visual, pero no decir de más. Es por eso que estas historias cortas sobresalen por la austeridad (siempre dentro de los cánones impuestos por la florida literatura de aquel siglo) en los datos y pistas que ofrece al lector. En las novelas esto no se nota tanto, sobre todo cuando se explaya en los resúmenes e historias paralelas, pero es esos caso el logro está puesto en otros factores, la historia y la complejidad evolutiva de los personaje, o la estructura genera del texto, por ejemplo. En estos cuentos, la brevedad impone otros requisitos, que Balzac entiende como una contención, en evitar los puntos obvios que el lector debe agregar por sí mismo, como un incentivo para completar la historia. Es notable cómo este factor, imprescindible en todo buen cuento, y que grandes cuentistas del siglo XX han resaltado especialmente, ya puede encontrarse en Balzac. Veamos los cuentos. Una doble familia narra la historia de un hombre que mantiene dos hogares, la de su amante, que es una mujer honrada que conserva una ingenuidad inhabitual, y la de su esposa, reprimida por una educación religiosa rígida e impiadosa. La historia puede calificarse a estas alturas de trillada, pero el tratamiento del autor es exacto y ameno. El cuento está dividido prácticamente en dos partes, en la primera se narra la historia de la amante, manteniendo en la oscuridad el pasado del hombre y sus razones para no casarse con ella. En la segundo, se e narra la historia de la esposa y los posteriores conflictos que llevan al hombre a buscar el amor en otro lado. Los mejor de este cuento es el contraste entre las personalidades de las mujeres, casi una especialidad de Balzac, un estructura que veremos en varias novelas. La rigidez de la esposa y la sensibilidad exquisita de la amante se resaltan una a otra. Y la personalidad del hombre recibe, entonces, la simpatía del lector, una cierta lástima, casi como la que debe sentirse hacia un niño puesto en una situación que no sabe cómo resolver. Es otro rasgo habitual en Balzac, estos personajes masculinos que comienzan siendo niños y que a pesar de su crecimientos, nunca logran deshacerse del todo de esa sensación ante las mujeres. La paz del hogar es otro ejemplo de estructura compleja dentro de una historia corta. Tenemos un salón parisino donde se reúnen varios hombres que conversan sobre una mujer misteriosa y muy bella que se mantiene sentada sin hablar con nadie. Están las mujeres de la sociedad, y la historia se desarrolla entre conversaciones que tratan de inquirir sobre la identidad de esa mujer. Parece luego un militar conocido, de personalidad austera e irritada. Se suceden apuestas y desafíos de orgullo entre los hombres por la conquista de la belleza desconocida. Finalmente, sabemos que la mujer es la esposa de ese militar, y que por consejo de una mujer experimentada en los manejos sutiles de la sociedad parisina del siglo XIX, le ha aconsejado ir sola a la fiesta para vengarse de las infidelidades de su esposo. La pareja protagonista, entonces, se mantiene casi siempre en segundo plano, y sobre ella giran los personajes secundarios que conforman la trama principal. Esta es la maestría de este cuento, la paradoja y las vueltas de tuercas que se suceden una a otra y en diferentes direcciones. El resultado, o el final, produce un asombro o una mirada nueva sobre algo trivial y común, todo gracias a la complejidad de la estructura. En Madame Firmiani vemos otra estructura casi tan compleja como la otra. Comienza siendo casi un ensayo filosófico, social y psicológico sobre "lo que se sabe" de una persona determinada. Es estupendo la recopilación de puntos de vista de diferentes personas y lugares dentro de la sociedad, que finalmente va conformando una personalidad que es más una leyenda que una realidad. Luego, estamos preparados para entrar en la historia, tan ignorantes como lo está tío del joven que se enamora de Firmiani y de quien se dice que ha arruinado la fortuna del joven. La entrevista del hombre con la dama, para exigir explicaciones, no lo quita de ciertas dudas, pero lo deja impresionado por la personalidad de la mujer. Más tarde, a través del una carta que el joven le leerá al hombre, sabremos de la entereza moral de la mujer, siempre más experimentada, caída en desgracias morales o amorosas, pero por eso más sabia y capaz tanto de la abnegación como de la crueldad. Ambas características propias de los personajes femeninos de Balzac. En Estudio de mujer tenemos a una mujer de sociedad que recibe una carta de amor, pero que resulta haber sido dirigida a ella accidental, (o quizá deliberadamente), cuando en realidad estaba destinada a otra mujer. Este relato corto es precisamente un estudio de cómo una mujer casada y de sociedad reacciona frente a un posible amante: prime finge indignarse, luego recibe al autor de la carta con cierta frialdad, pero cuando sutilmente comienza a estar dispuesta a ceder, el autor viene a disculparse por el error. En La falsa querida encontramos a un Balzac de 42 años. más maduro y experimentado. El cuento, de bastante extensión, tiene casi la estructura de una de sus novelas largas, pero la concisión aumenta la intensidad sin ir en detrimento del desarrollo de los personajes. En realidad, en en ellos donde se apoyo lo mejor del cuento. Es la historia de un triángulo amoroso, el mejor amigo del del hombre de la pareja se enamora de la esposa. Este amor debe ser ocultado por fidelidad a la amistad. Pero el enamorado sabe que la mujer puede sucumbir a su seducción si él se le declara, así que inventa una amante, a la que finalmente toma verdaderamente, sin consumar la relación en realidad. Esta conducta noble y oculta se ve resaltada por lo que se va descubriendo hacia el final, y que el autor ha mantenido oculta, no porque no sea importante, sino por razones de técnica literaria: la línea argumental pasa por un determinado personaje, y sólo a través suyo veremos las características de los demás. Es así, entonces, cómo sabemos que su amigo ha tenido relaciones con su falsa querida, y debe por lo tanto proteger a marido y mujer uno del otro, a ella de cualquier posible infidelidad, y a él de que se le conozca cualquier desliz que puede poner en peligro al matrimonio. Como una especie de ángel de la guarda. A través de esta trama de emociones individuales conocemos las costumbres, los permisos y concesiones, o las amenazas y posibilidades ocultas que caracterizaban a cada uno de los sexos en aquella época. El hombre podía permitirse amantes sin perder su dignidad, al contraria, ganaba puntos ante los demás. La mujer siempre tenía un punto débil, la posibilidad de ser seducida, y si se le concedía tal permiso, debía someterse a ser encasillada en otro plano de la sociedad. Estas historias están excelentemente tramadas, contadas con una sensibilidad exquisita y austera al mismo tiempo, crudas y emocionales a la vez.
Doris Lessing: Cuentos Europeos, Esta es una recopilación de todos sus cuentos de escenario europeo extraídos de sus libros de cuentos o novelas cortas. Ya conocemos la maestría de la autora en el ámbito de la novela, y su destreza en el cuento o short stories o nouvelles, no le va en saga. Empecemos La otra mujer, un cuento largo extraído de su libro Five de 1953. De este libro ya hemos comentado El hambre de Jabavu, y ambos tienen un rasgo en común, un cierto estilo que parece haber cultivado Lessing en su juventud, no del todo diferente al que luego le seguiría, pero sí diferente, ni mejor ni pero, tal vez sí menos maduro sin lo comparamos con sus logros posteriores. En primer lugar comparte con Hunger el tener como protagonista a un personaje de aparente inocencia y de gran disconformidad con el entorno y las enseñanzas a la que es sometido. Jabavu y Rose se equivocan pero su peculiar ingenuidad o ignorancia los hace afable con los otros. El mal que provocan nunca es deliberado, por lo menos no es consciente, pero tiene una dosis de filosa frialdad, especialmente notable en Rose, que asiste al la muerte de su madre, el rompimiento con su prometido y a toda una guerra con una fuerza desmentida por una fachada de debilidad. El tono del relato, de ingenuidad y cinismo muy sutiles, aporta un clima de fábula contemporánea, como también sucede en Hunger. Rose es una sobreviviente de dramas personales y colectivos, una mujer de aparente debilidad que sin embargo sobrevive por méritos de un orgullo personal del cual no parece consciente pero que la guía por un camino donde la frialdad es necesaria y los deseos personales tienen la habilidad de reprimirse a voluntad o explayarse con una obstinación más allá del sentido común. Los siguientes cuentos son extraídos de su libro The habit of loving. En La costumbre de amar encontramos a un hombre mayor, director de teatro, que necesita una relación permanente con una mujer. Si no es su ex esposa, es una amante que lo ha rechazado, y luego una nueva esposa muy joven. Pero esta necesidad lo lleva a ver en ellas lo que no son realmente, y el resultado es un descubrimiento fatal para él. Su joven esposa es una postulante a actriz, no del todo talentosa, y que con el tiempo va demostrando cómo es realmente, una mujer común, ordinaria, y sobre todo una persona completamente aislada de él, a quien no podrá poseer jamás completamente. Este cuento es a la vez un estudio de costumbres sociales y de intimidades personales. La búsqueda de la felicidad en la belleza, en este caso la de la mujer, la necesidad de tener a alguien al lado o lo insoportable de la soledad, la diferencia de mentalidades según las generaciones, los gustos y costumbres, el abismo entre las clases sociales, cuyas barreras son tan sutiles actualmente pero en el fondo son simas de incontable profundidad. El personaje de la hermana de su mujer, tan diferente a ella, es quizá el parangón que pone al protagonista en la realidad, como un contraste frente a la belleza de su esposa, que lo ha eclipsado sin dejarlo ver su verdadero entorno. Hay quienes llegan a la edad madura con la mirada de un niño, quienes viven en su mundo y los demás tienden a no desengañarlos por lástima. George, el protagonista, es uno de ellos. En La mujer tenemos dos viejos veteranos, uno ex militar y otro un civil, que conversan con reticencias en la terraza de un hotel sobre sus respectivas experiencias amorosas. Ambos se miran con recelo, son enemigos aparentes, pero la soledad y el deseo común por una de las empleadas jóvenes los uno provisionalmente. Ellos comparten entonces un recuerdo pero resulta casi común, el haber tenido una de sus primeras experiencias sexuales con una mujer mayor, la cual, además, había escapado de su marido para quedar embarazada de algún amante. La empleada los mira con descaro, sabiendo que está en sus manos el herir el orgullo de esos dos viejos. No se priva de hacerlo al demostrar sus favores a un chico de su edad que pasa en bicicleta. Los hombres se regodean en ese recuerdo común y, quizá, inventado. A través del túnel es un relato que se aparta en algo del tópico de la relación hombre-mujer. Cuenta la historia de un chico que vacaciona en la playa, y con el afán de imitar a los chicos mayores, se expone a un grave peligro de muerte al atravesar un túnel bajo agua. Es un relato elegante y sutil sobre el crecimiento y la madurez. Aquí vemos que Lessing, habitualmente feminista en su mirada, es también capaz de inmiscuirse en los deseos innatos de un adolescente varón. En Placer tenemos un matrimonio que vacaciona fuera de Inglaterra. Es un relato que aparenta contar simplemente una anécdota graciosa sobre los problemas de viajar, pero Lessing incorpora elementos más complejos: las relaciones internacionales luego de la guerra, la forma y el resquemor con que todos miran a Alemania, y también es una especie de tratado sobre un matrimonio más acostumbrado que enamorado, las diferencias abismales que se van formando entre los miembros de la pareja y que no quieren o evitan ver de frente. La mujer más asentada y pasiva, el hombre que descubre un pasatiempo, el buceo, que lo hace recuperar las sensaciones de la juventud. El día que murió Stalin es otro relato donde se mezcla lo político con lo personal. Aquí se cuenta la historia de la prima de la narradora, que debe sacarse unas fotos, y la relación conflictiva de ésta con su madre. Ambas resultan ser casi iguales, de ahí las peleas cotidianas, pero esta relación.simbiosis es sólo un argumento de fondo para mostrar una situación contemporánea: el día que esto sucede llegan noticias de la muerte de Stalin. Entonces, entre las peleas de madre e hija, se cuelan opiniones convencionales y estrechas sobre la guerra y sus líderes. Lessing se dedica a cá a una crítica cínica sobre la opinión de la clase media inglesa. Vino y Él son dos relatos cortas donde predomina el tema de la relación hombre-mujer. La mirada de Lessing es crítica con ambos a la vez No hay generalizaciones para ella, pero algunos de sus personajes muestran lazos emocionales casi imposibles de romper. Cuando se ha amado a alguien alguna vez, parece decirnos, por más que el odio haya sucedido al amor, el lazo sigue estando, y es un lazo de doble cara. Lo que dice la mujer al final de Él involucra toda una filosofía que podría encerrar las costumbres de muchos siglos, y especialmente el del siglo XX: Si quiero conservarlo, nunca podré decir lo que pienso, nunca podré decir la verdad. O en Vino: ..Y luego ella se hundió en la tristeza, hasta que fue capaz de resistirla, y en él se encendió una chispa de crueldad. En El ojo de Dios en el Paraíso es un cuento excepcional. Comienza siendo casi un relato de viaje desventurado de un matrimonio inglés por tierras alemanas, con los habituales sinsabores económicos y de incomprensión del alma alemana. Luego se convierte casi en un ensayo sobre la culpa o la inocencia del pueblo alemán y su responsabilidad frente a sus líderes durante la guerra. La pareja, ambos doctores, se encuentra con un médico que quiere ganarse sus favores para realizar su deseo de vivir en Inglaterra o en América. La historia mezcla reflexiones sobre el alma alemana y el castigo al que la expone el resto del mundo a la vez que se van sucediendo personajes que representan o no al verdadero ciudadano alemán. La pareja pasa de la verborragia de este doctor fascista, que luego parece no ser tan fanático del todo, hasta una hotelera amable y campechana que se espera en servirlos por considerar a los ingleses superiores. Pero el relato toma otro cariz cuando aparece el director del instituto que van a visitar. Es un hospital psiquiátrico, y el director es un ser peculiar, que durante seis meses al año se interna en su propio hospital. Los recibe con gran amabilidad, pero no parece demasiado interesado por mostrar sus logros científicos. Este hombre se entusiasma cuando la pareja se interesa por los cuadros que él pinta. Son cuadros extraños, con una polaridad evidente, algunos son oscuros y terribles, otros muestran una paz beatífica. Otra peculiaridad es que sólo pueden apreciarse a cierta distancia, fuera de la cual sólo se ven pinceladas sin sentido. Cuando finalmente accede a hacer un recorrido por el lugar, el matrimonio de médicos ve pabellones de hombres, mujeres y niños, aislado unos de los otros, sin contacto de ningún tipo en ningún momento. Los adultos parecen sufrir, los niños están encerrados con camisas de fuerza. La pareja se horroriza de aquello, y el director comprende su punto de vista, pero expone el suyo: no hay curaciones, dice, para qué exponerlos a más sufrimiento. La pareja ha oído decir que el doctor trabajó allí durante la guerra, y se pregunta si debió hacer concesiones ante el régimen. El pabellón de niños es su respuesta, allí están todos aquellos que según las leyes debieron haber sido exterminados por sus defectos y deformidades.Es un cuento terriblemente hermoso por crueldad descarnada con que muestra la naturaleza humana. Toda relación es una muerte en sí misma, es un sufrimiento inconsolable, sólo existe, parece decirnos, el aislamiento y la vida vegetativa como símbolo de una supervivencia necesaria. Los siguientes cuentos fueron extraídos de su libro Un hombre y dos mujeres (1963). Aquí Lessing ya tiene 44 años, y explora con maestría los múltiples factores y características de la relación hombre-mujer. En Seleccionada para una entrevista tenemos a un escritor fracasado devenido en periodista para sobrevivir que debe hacer una entrevista a una escenógrafa y diseñadora exitosa. El problema es que para él la entrevista no debe ser sino una conquista sexual, convirtiéndose con los minutos en una necesidad de reafirmación de su virilidad y su atractivo personal, superficiales muestras de una angustiosa y oculta necesidad interior. Para ella, vista en la situación de aceptar o ser violada, acepta acostarse con él a fin de terminar con el asunto de una vez por todas. Pero él no ha contado con esta resignada indiferencia, para él un triunfo habría sido la total resistencia o la total entrega. Finalmente, ese trámite obligatorio que para ella representó aquella noche ya ha pasado, convertida en una anécdota molesta pero risible, es para él una enorme y terrible humillación. Este cuento es típico de la forma en que Lessing es capaz de mostrar las ríspidas y complejas relaciones entre un hombre y una mujer, sus dobles sentidos: apariencia y verdadero sentimiento, necesidad y repulsión, atracción y rechazo. El amor y el sexo parecen ir por una misma ruta pero en direcciones contrarias, susceptibles a muchos otros factores como el orgullo, el rencor, la necesidad de posesión y el desprecio. Una mujer en la azotea es otra muestra cruel del mismo tema. Tres trabajadores están cumpliendo su tarea en una terraza, y ven cómo una mujer muy bella está tomando sol en una azotea vecina. El cuento es una sucesión de las reacciones de los tres hombres: el adolescente, excitado y dominado por la ensoñación, el adulto casado, atraído por la mujer pero a la que vitupera precisamente por la misma razón, el hombre viejo y experimentado, que mira todo eso con resignación y calma. Finalmente, se nos muestra cómo la mujer, habituada a esas situaciones, al acoso y las miradas de lo hombres, ha adoptado un general signo despectivo hacia todos ellos, pero es al chico al que más le chocará, porque para él ella no es solamente una mujer con la que ha soñado en la noches, sino un ideal que luego de ese día, deberá bajar de su alto pedestal. Cómo perdí al fin mi corazón tiene un tratamiento más poético tanto en el lenguaje como el la estructura. Una mujer narra su experiencia con los hombres, la forma en que conoció a uno y luego lo ha abandonado por otro. Lo peculiar es que su forma de decirlo no es sentimental, sino casi matemática por momentos, no fría, sí analítica. Pero este tratamiento se va convirtiendo en una especie de mirada nostálgica y la alegoría toma lugar inmediatamente: su corazón, para no sufrir, debe ser arrancado, envuelto en papel metálico, y desechado. El relato da un giro importante hacia la segunda mitad, cuando la protagonista viaja en tren y ve a una mujer que habla sola, echando culpas a un amante imaginario. Esta es, entonces, la oportunidad que encuentra para regalar su corazón. Lo envuelve en papel y lo deja en el asiento vacío junto a la mujer trastornada. En Un hombre y dos mujeres el tema que nos ocupa recibe un tratamiento tan cruel como poético. Es una mezcla sutil tanto de disección de las relaciones interpersonales como de compasión por las limitaciones y angustias humanas. Se trata de dos matrimonios muy unidos. En este caso la mujer cuyo marido se encuentra en viaje de negocios, visita a su matrimonio amigo, que acaba de tener a su primer hijo. Se encuentra con una situación algo tensa por el trabajo y las sensaciones que está sufriendo el matrimonio. La reciente madre tiene un humor sarcástico, y obliga a su marido y a su amiga a explayarse hacia terrenos ríspidos, sobre la condición de la mujer, el hombre y el ser humano en general. Ellos comprenden por lo que ella está pasando, pero no deja de serles molesto y sentir resentimiento. El tema de las infidelidades es expuesto sin tapujos, y lo que comienza siendo una broma por parte de ella, se ve concretado en el plano de los deseos entre el marido y la amiga. La situación no pasa de eso, un roce de pieles, unos labios que rozan una mejilla, pero el deseo interrumpido es como una piedra que difícilmente podrán sacarse del pecho de cada uno. Una habitación es un relato muy corto donde una mujer visita una habitación, en la que tras una detallista descripción de lugar, empieza a ver lo que está más allá del tiempo. No es un relato fantástico, sino una mera ensoñación diurna que recuerda inevitablemente a la habitación de una novela de la misma autora: Memorias de una sobreviviente. Inglaterra contra Inglaterra cambia la temática pero no el hecho del conflicto entre dos fuerzas. En este caso se trata de la confrontación de dos culturas o clases sociales dentro de un mismo país. El hijo de un minero se va estudiar a la ciudad. Cuando regresa, se da cuenta que ya no es como los demás. Inculos su familia, a pesar de amarlo, le recrimina ciertas actitudes que no comprende, y él ya no puede dejar de verlos como personajes retóricos y llenos de hipocresías morales y antiguas. La segunda mitad del cuento encuentra al protagonista de regreso a la ciudad y compartiendo el tren con una pareja del campo y una chica de ciudad. La conversación que se traba entre ellos es ridículamente burlesca e insidiosa por parte del muchacho, como si de esa manera se estuviese vengando de sus padres, que lo han convertido en alguien superior pero al mismo tiempo que no ha pedido ser. Dos alfareros es un cuento especialmente poético. El elemento onírico no es una excusa ni el factor principal del relato, sino un instrumento para la alegoría sutil y delicada, evidente pero nunca grotesca ni forzada. Un escritora relata su sueño sobre un viejo alfarero a una amiga, alfarera también, pero de carácter práctico y escéptico. Lentamente la amiga se deja penetrar por esta historia del sueño, la va analizando e incorpora sus supuestas discrepancias a su propia vida. Por qué no crea, se dice, un conejo de barro para convertirlo en realidad, lo mismo que hizo el viejo alfarero del cuento. Sueño y realidad se alimentan mutuamente, y el el resultado en una simbiosis donde el sueño toma un cariz más concreto que la realidad. Entre hombres retoma el tema habitual, en la voz de dos mujeres profesionales, solteras, no comprometidas más que con la pareja del momento. Pero ambas se dan cuenta que su actitud no es muy distinta a la de un mujeriego que se queda solo al pasar los años. Ellas ya no son jóvenes, pero su aspecto físico parece mejorar cuando han sido abandonadas o han dejado a alguien, por que es entonces cuando están otra vez disponibles y su belleza resalta, con ayuda de cosméticos y peluquería mediante. Saben, sin embargo, que deben sobrevivir en un mundo de hombres cuya ventaja es la de no tener a su cuerpo tan demasiado en contra como les sucede a ellas, el tiempo no los estropea demasiado, y en cambio las mujeres jóvenes se ven atraídas hacia ellos. Deciden, entonces aliarse y ya no pelearse entre sí por las mismas parejas. El relato en casi una conversación entre dos mujeres que pueden estár completamente lejanas a nuestra experiencia y situación, pero que bajo la mirada de Lessing se convierten en seres de carne y hueso absolutamente comprensibles, por más que estemos o no de acuerdo con ellas y su carácter. En La habitación diecinueve tenemos tenemos a una mujer, esposa y madre de familia aparentemente feliz, pero que en determinado momento empieza a sentir que algo no anda bien. No su esposo, comprensivo y cariñoso, de quien puede sospechar alguna infidelidad, pero no de su amor. Tampoco está descontenta de sus hijos ni de su forma de vida. Simplemente empieza a sentir que necesita estar sola. Primera son unas horas en una habitación de su propia casa, luego una habitación de hotel donde pasará cada vez más tiempo y más días de la semana. Solamente para estar sola. Su familia no la entiende y cree que está enferma o tiene un amante. Ella deja que ellos crean en eso. De algún modo, ella se está vaciando de sí misma, se está despojando de sus sentimientos hasta sentir que su pecho se vacía, tan sola debe estar, que nis siquiera la idea de estar con ella misma es tolerable. El final es demoledor. Uno de los cuentos más terribles y más bellos, más precisos y angustiantes de Lessing, describiendo un alma conflictuada con su propia existencia. En Nuestra amiga Judith encontramos algo semejante, pero menos autodestructivo. En este caso, la mujer también defiende su individualidad, hasta el punto de despojarse de toda relación que no considera absolutamente sincera. Con ella no existen las hipocresías y los utilitarismos. Las amistades que tolera se mantienen por la misma razón por la que puede tener un amante, el sentimiento transitorio, que puede interrumpirse cuando éste cesa por una razón interna o ajena. Por lo tanto, es una soledad elegida y aceptada. Cada cual trata otra vez el tema hombre mujer, pero esta vez es un caso de incesto entre hermanos, conciente, aceptado, y casi tolerado por las parejas de cada uno. Obviamente, la delicada maestría de Lessing no aparta de toda obscenidad o mal gusta, dejando simplemente una mirada sobria y precisa del caso. Homenaje a Isacc Babel recupera la inocencia de la mirada cuando apunta el protagonismo sobre una adolescente y su primer amor. Es un cuento poético, breve y bello. En Ante el ministerio entramos al mundo de los hombres de la política. La pluma de Lessing, habitualmente precisa y suficiente en este terreno, aborda las conversaciones de estos hombres políticos describiendo una conversación previa a una reunión sumamente importante, sus contradicciones y sus debilidades. Diálogo narra la visita que hace una mujer a un sujeto que está aparentemente encerrado en un lugar. El sitio no aparece descripto como una cárcel o un nosocomio, y el ambiente es ambiguamente futurista(como en Dos alfareros). Esta ambivalencia colabora para el clima pseudofilosófico del diálogo de esta pareja, donde se habla de Dios, del hombre y de la muerte. El edificio al que ella entra y después sale comparte cierta similitud alegórica con El Castillo de Kafka, pero es sólo una reminiscencia lejana. Lo que interesa es lo que éste representa, una sombra que perseguirá a la protagonista vaya a donde vaya. Apuntes para un caso histórico describe a una mujer que podríamos llamar típica luego de la liberación femenina. Su belleza la hace merecedora de ciertos privilegios que ella sabrá aprovechar tanto en su trabajo como en sus relaciones. Tendrá a su disposición a los jóvenes más atractivos y ricos, y ellas podrá desecharlos a su antojo. Su actitud es de una despreocupación total por el sentimiento de los demás, que simplemente son instrumentos utilitarios para su propia satisfacción. Pero como en muchos personajes de Lessing, esta actitud no representa maldad ni un egoísmo planeado, sólo una especie de sobrevivencia. Finalmente, ella caerá víctima de su propio juego al desestimar al menos prometedor de sus pretendientes, pero también al arriesgar como en un juego de azar, en un no del todo inconsciente pedido de ayuda, la seguridad que veía asentarse en el pretendiente más rico y prometedor. Los siguientes cuentos fueron extraídos de su colección de 1972: The story of a non-marrying man, y su común denominador es la tendencia hacia la crónica y el análisis, peros sobre todo la descripción, utilizados como método narrativo. Junto a la fuente cuenta una historia casi de leyenda orienta, con el tono apropiado a ella, entre alegoría y fábula. Un hombre común, tallador de joyas hace consciente a una joven rica de su verdadero valor como persona y no como objeto dentro de una sociedad que utiliza a las mujeres como mercancía de intercambio. Por supuesto, el tratamiento está por completo alejado de todo panfleto o ideología, y la poesía sutil, precisa y medida colabora a dar a este relato un clima a medio camino entre la realidad y la leyenda. Método de extrema dificultad que Lessing maneja con maestría, como ya vimos en Dos alfareros. En Una carta de amor no enviada la narradora es una actriz de trayectoria que intenta explicar la diferencia entre lo que se ve y se cree de ella como actriz, es decir, la máscara y la afectación, la promiscuidad y la hipocresía, con lo que realmente ella es, una mujer con un amor imposible, no confesado, que es, sin embargo, el alimento para su espíritu y sus actuaciones. Un año en Regent’s Park puede definirse como un relato, ya que no hay una trama determinada, sino que se basa en la descripción del parque a través de los cambios a lo largo de todo un año. Aquí la descripción cumple la función narrativa, siendo el parque el protagonista que va cambiando, igual que lo hace un personaje de carne y hueso, de sensaciones que sólo conocemos por sus diferentes manifestaciones de color y climas. Lo curioso en Lessing, es que este tipo de relatos siempre conservan un trasfondo que les da vida propia, haciendo intuir al lector que lo meramente descriptivo es sólo una excusa para transmitir algo más profundo. El final del relato de algún modo confirma esto, más allá del absoluto disfrute de lo poético de su confección. La señora Fortescue relata el despertar no sólo sexual sino a la madurez de un adolescente: la mujer que alquila el desván en la casa de sus padres, y que hasta ahora creyó una señora tan respetable como su madre, es en realidad una prostituta. Pero este descubrimiento conlleva no sólo un aspecto externo, sino el descubrimiento de sus propios rincones oscuro, con la insinuación del incesto, porque la primera relación íntima con ella involucra violencia y humillación hacia la mujer. Ventajas colaterales de una profesión honorable regresa al tema de la actuación y la diversas personalidades que un actor es capaz de encarnar, pero que cada uno toma como métodos de vida en cada momento de su vida. Lo peculiar de este relato es su estructura: una mezcla de crónica donde la narradora intercala ejemplos de otras historias o personajes relacionadas, donde los nombres de los protagonistas son arbitrarios, bautizándolos con ejemplos tan comunes como si fueran sólo conejillos de indias que utiliza para demostrar algo. En Una anciana y su gato regresamos al cuento más convencional para narrar una historia de connotaciones sociales. Como siempre, lo social es anecdótico, por más que tenga fuerza ideológica, para transmitir una historia de vida que va más allá incluso de lo particular, mostrando con crudeza pero con enorme belleza lo fútil de la naturaleza humana. Leones, hojas, rosas…y El otro Jardín son dos relatos descriptivos donde el tema, aparente, es el recorrido por un zoológico en el primero caso y por un jardín en el otro. El objetivo tras estas historias es hablar de lo que se esconde tras los que vemos, otro paisaje, otros animales, otras épocas. Informe sobre la ciudad amenazada es un relato que podría clasificarse dentro del género de la ciencia ficción. Trata sobre el informe de una civilización extraterrestre sobre las reacciones de los habitantes de una zona de la Tierra que está a punto de ser destruida por una catástrofe natural. Excusa, como veremos, para hablar de las peculiaridades y condiciones de los humanos en general. El resultado es de por sí magistral, alejado de todo convencionalismo de la ciencia ficción, demostrando que en la buena literatura no importan los géneros. Una historia poco agradable retoma el tema de las relaciones entre hombres y mujeres, esta vez a través de una trama compleja y de una terrible crudeza. Somos testigos de una historia de infidelidades toleradas algunas, otras escondidas, entre los miembros de dos matrimonios amigos. Lo de menos son estas infidelidades, que no son más que manifestaciones de las complejidades de los deseos y sentimientos humanos, casi siempre contradictorios y cambiantes. La tentación de Jack Orkney es una cuento largo que narra la historia de un periodista de izquierda que sufre la muerte de su padre y los cambios políticos, sociales y generacionales. Pero el tema principal subyace en los sueños que empieza a experimentar luego de la muerte del padre. Este cuento tiene ciertos paralelismos con La habitación diecinueve. Es este caso se trata del punto de vista de un hombre, también con una familia feliz y logros personales, pero que sin embargo empieza a sentir una especie de dolor que no sabe definir. Sus sueños sobre la muerte lo perturban, empieza a sufrir insomnio a la vez que los sueños no lo abandonan, se siente aislado, incomprendido, juzgado por sus amigos activistas, mirado con piedad y lástima por su familia. Este hombre demuestra la ambivalencia del hombre contemporáneo, que se mueve entre sus conflictos individuales e internos y las exigencias y los problemas del mundo en el que vive. Quisiera conformar a ambos, pero de esa exigencia saldrá fracasado y más confundido, sin ser capaz de resolver ni uno ni otro plano. Tal vez la frase más definitoria de esto sea la siguiente: De nuevo volvió a sentirse como si fuera un edificio amenazado, con los equipos de derribo a sus pies. Como en la protagonista de La habitación 19, lo movilizador, lo extraño no está en lo exterior, sino en su propia interioridad. En el caso de ella era una especie de miedo personificado en un viejo que aparecía en su jardín, en el caso de él son los sueños. En ambos, la proximidad de la muerte, como una posibilidad cercana o como una angustia que conlleva la desesperación. Lo que a Jack lo salva del suicidio, como hombre activo ya que las diferencias de género sociales son relevantes, son las obligaciones de su trabajo, pero él sabe que bajo el mundo superficial que ha elegido para sobrevivir hay otro mundo que ninguna voluntad contraria le impedirá explorar alguna vez. Los últimos dos cuentos son de 1992 y 1994. El sweter italiano habla de una pareja cuyos miembros descubren, por separado, los deseos y sueños que sus vidas comunes les impedirán cumplir. No es sólo un relato sobre la inconformidad social, sino también la existencia, la ambivalencia inherente a cada ser humano, la infelicidad subyacente en cada situación feliz. Reflexiones sobre un casi humano nos trae la voz de un Yeti o “eslabón perdido”. Esta criatura relata sus incursiones en una comunidad humana de hombres y mujeres corrientes, y luego su vuelta con sus semejantes. Con el tiempo, se da cuenta que ya no pertenece a ninguna de ambas comunidades, porque la suya ya no le conforma y nunca podrá pertenecer del todo a la adoptada. Este relato, como gran cantidad de los cuentos y novelas de Lessing, trata diversos tópicos: la reacción frente a lo diferente, los abismos sociales (o generacionales), el presentimiento de algo interior y cierto, incontestable, que no se puede evadir, un algo, como un dolor, que podrá salvarnos definitivamente si antes no nos destruye..
Doris Lessing: Cerco de tierra (1965) Cuarta novela del ciclo dedicado al personaje de Martha Quest, aquí encontramos a la protagonista a los 24 años de edad. Ya está dedicada a pleno a su tarea de activista política en los grupos de izquierda. Está casada con Anton Hesse, judío alemán que ha huido de las persecuciones del nazismo, pero es un matrimonio por conveniencia para que Anton consiga la nacionalidad inglesa. El padre de Martha, a su vez, está muy enfermo y pronto a morir. La hija de Martha tiene ahora cinco años, vive con su padre, que se ha vuelto a casar, y visita a sus abuelos maternos cuando Martha no está. Todos están de acuerdo en que no es conveniente que la niña sepa que Martha es su madre, y ella se hace llamar tía. La madre de Martha tiende a sembrar remordimientos en el ánimo de su hija, por eso Martha tiene sentimientos encontrados con respecto a su propia hija. Sabe que cuando decidió abandonarla lo hizo para dejarla libre de la influencia, buena o mala, que ejercen los padres, pero al final de esta novela ella no está segura de cuáles fueron sus verdaderos sentimientos, y cuáles son los actuales en relación a su hija. Su propia relación con su madre, tan caótica y conflictiva por esa barrera de convencionalismos e hipocresías que encuentra en la vieja señora Quest, la confirma en su conducta. Pero Martha es una mujer que está madurando, y el hecho mismo de que se la considera miembro de la vieja guardia activista por los nuevos miembros de izquierda, demuestra un crecimiento paralelo, tanto emocional como físico. En esta novela, encontramos a una Martha más asentada en sus sentimientos. Sus deseos, si bien contradictorios, no la perturban demasiado. Está casada, pero considera que Anton no es su marido, y los hombres que frecuenta por su actividad son posilbes amantes que ella tiene para elegir. Finalmente se enamora de Thomas, el único hombre que ella considera su verdadero amor hasta ese momento. Aquí vemos a una Martha más relajada, inmersa en una situación más densa pero que ella acepta con madurez, y con el cinismo como arma de protección. Las relaciones interpersonales son tratadas aquí sin medias tintas ni falsos moralismos. Los matrimonios de conveniencia son amistades sin contratiempos, y sus miembros libres de tener amantes. Las parejas de trabajo están expuestas a relaciones sexuales esporádicas sin que ello implique compromiso alguno. Esta situación se ve confrontada con las rígidas leyes sociales de la colonia, en manos de la vieja generación, de la cual el juez Maynard y su esposa son sus representantes principales. Y este punto nos lleva a hablar de la situación social, como escenario dentro de cual se mueven todos estos personajes. La guerra ha terminado, y ya no es como en las dos primeras novelas algo que sucede muy lejos y de la cual los gobiernos y grandes empresas obtienen beneficios, sino un conjunto de estadísticas confirmadas por los muertos que regresan. Aquí hay un sabor amargo en las reuniones de los activistas, muchos de ellos ex combatientes. La anterior ideología se tiñe de cinismo y desilusión, para regresar armada con la fuerza de la ironía y una crueldad exacerbada. Hay enfrentamientos entre socialistas y comunistas, especialmente en la forma de encarar el futuro entre los viejos y nuevos camaradas. Por primera vez, los esfuerzos de la izquierda ven resultados en el comienzo de una huelga a la que los sindicalistas obligan a entregar a los cafres o nativos negros. Los líderes blancos y negros de estas agrupaciones se ven contínuamente cambiados por intereses personales y cuya causa es la búsqueda del poder más que el interés por el bienestar de los nativos africanos. La desilusión por la corrupción del comunismo en Rusia hace que los seguidores desplacen su objetivo por la nueva zona de influencia: la China comunista. Como vemos, los ideales políticos caen y son levantados nuevamente en otros lugares o escenarios, con nueva gente para creer en ellos. Mientras tanto, Martha, en lo personal, recibe la la noticia de la muerte de Thomas y de su padre. Llega luego la nacionalización de Anton y el consiguiente divorcio. Entonces ya es tiempo de viajar a Inglaterra, un viejo anhelo de Martha. Esta novela supera a las anteriores por el tratamiento poético de su lenguaje. Contiene algunos de los fragmentos más bellos escritos por Lessing, más emocionales dentro de su habitual estilo escueto, distante. Estos momentos son cuando habla de sus recuerdos de la granja de su padre, de la muerte de éste, de los resultados de la guerra, del amor en general, y sobre todo del mar. Porque para Martha el mar es el medio de liberación por el cual llegará a Inglaterra. Los sueños son importantes en esta novela, a su vez proféticos (cuando sueña con el destino y muerte de Thomas) como también de expresiones de deseos (el mar e Inglaterra). Aquí, Lessing conjuga magistralmente lo personals con lo colectivo. Uno de los episodios finales, la huelga en ciernes y la historia colectiva de los blancos muestra con únicamente lo necesario la frustrante situación de la colonia, la segregación y la casi indestructible barrera del racismo. Lessing logra un equilibrio exacto entre los actos personales y la formación emocional de Martha con el crecimiento del conflicto social. Como si en ambos hubiese habido un algo que necesitaba expresarse y estallar. En Martha, el amor logra su expresión de una manera intensa pero equilibrada, en la colonia el conflicto humano por la libertad y los ideales rompe sus limitaciones y se mostrará desde ahora, con violencia. Martha sabe, como se lo dijo Thomas antes de morir, que la guerra nunca ha finalizado.
Miguel de Cervantes Saavedra: Las doce novelas ejemplares (1613) Se reconoce generalmente que Cervantes fundó la novela moderna con Don Quijote de La Mancha, por establecer la estructura y el hilo argumental en torno a un mismo personaje principal. Si bien las novelas antiguas o poemas épicos eran una sucesión de aventuras con poca relación cronológica o verosimilitud en su relación directa de unas con otras, el Quijote, constituyendo también una serie de anécdotas sucesivas, éstas tienen en común no sólo un determinado personaje, sino una relación de causa y efecto que va modificando las escenas que procedentes, y por lo tanto, al no ser ya meramente episodios sino escenas, se va formando un esquema argumental que incluye un desarrollo. Este desarrollo es lo que se llamará de ahora en más historia o argumento, en el cual se involucran tanto factores argumentales como psicológicos. En esa época no se utilizaban estos términos, por supuesto, pero está implícito, previas extrapolaciones que nosotros nos permitimos, la idea del desarrollo y el crecimiento de los personajes. Surge en ese entonces, como consecuencia, uno de los problemas clave de la novela: qué es más importante, el argumento o la exploración de los caracteres. Más tarde vendría otra cuestión aún más polémica, especialmente para el siglo veinte: la dicotomía de historia o trama y lenguaje. Todo esto viene como preámbulo para hablar de las Novelas ejemplares, doce cuentos largos que Cervantes publicó a los 66 años de edad, ya con la fama del Quijote a cuestas. Estos cuentos largos podrían denominarse también nouvelles, pero en mi opinión tienen la estructura moderna de un cuento, y son de una excelencia que trascienden los cuatro siglos que llevan de vida. En primer lugar, reconocemos inmediatamente un estilo de lenguaje que ya hemos visto en el Quijote. Es un estilo difícil de definir o clasificar. Posee los modismos españoles de la época, su tono y acentos característicos, una fluidez verborrágica tremendamente abundante y extremadamente ligera. Es simple a la vez que no cae en facilismos ni concesiones al mal gusto. Pero sobre todo, es quizá la música de su narrativa, una poética involucrada en la misma forma de hablar como de escribir, incluida en la forma gramatical y los giros propios de cada persona, en este caso de cada autor. Todo esto constituye un ritmo que nunca decae ni satura por exceso de barroquismo. Este lenguaje está implícitamente confundido con los temas que trata, o más bien con otro de los recursos estilísticos que constituyen un segundo plano entre el lenguaje y el tema, es decir, la ironía y el humor, el sarcasmo y la ternura. Estos son los ingredientes del punto de vista de Cervantes. Él es un escritor realista, sin duda, dedicado a plasmar la vida del común de la gente. Sus personajes son los pobres, los abandonados, los ladrones, los gitanos. Pero esta realidad, en lugar de ser vista exclusivamente en sus factores oscuros o negativos, es realzada por una visión sarcástica y humorística, cuyo objetivo no es atenuar el drama, sino al contrario, ponerlo en evidencia ante nosotros mismos, para reírnos, entonces, y por lo tanto pensar y luego llorar, de nuestras propias miserias. El otro aspecto es el de la temática. Aquí, los argumentos están en algunos casos apegados a los temas habituales para las novelas de aquella época. Las doncellas secuestradas de niñas que son criadas como hijas de otros, hasta que algún caballero tiene a bien descubrir el encubrimiento y revelar la verdad, previo pago de la mano de la doncella. En este caso podemos incluir a La gitanilla, La española inglesa y La ilustre fregona. Otro tema relacionado al anterior es la deshonra de la doncella adolescente o joven, como en Las dos doncellas y La fuerza de la sangre, pero aún un tema fuerte como el de una violación se diluye dentro de un tratamiento estilístico acorde a los cánones de la época, ensalzando la valentía y el sentido común de la mujer y el buen criterio del hombre arrepentido. Estas concesiones, sin embargo, aunque hacen decaer la fuerza narrativa especialmente en el último cuento mencionado, son salvadas por la destreza y una sutil ironía del autor. El tema de la picaresca está en los personajes ladrones o "avivados" que vemos en Rinconete y Cortadillo y La señora Cornelia. El celoso extremeño es uno de los mejores de la serie, que entraría en la clasificación anterior, pero que sobresale por el desarrollo magistral del personaje principal, el viejo celoso que encierra a su joven esposa. Y aquí no influyen tanto las características psicológicas, sino los meros actos y las descripciones del ambiente de la casa cerrada, que constituyen por sí mismas una de las mejores escritas en lengua castellana. Este cuento en un perfecto ejemplo de la total simbiosis entre argumento, estilo, ambientación y personajes. El licenciado Vidriera también podría ser clasificado dentro de lo picaresco, pero este personaje no es alguien que quiere sacar ventaja de los demás en su propio beneficio, sino que actúa por una locura temporal. Sus definiciones y argumentaciones sobre la realidad son de una agudeza insuperable, que comparte tanto la ríspida ironía como el ingenuo humor. Estas acotaciones y reflexiones sobre el mundo y el hombre, que aquí sobresalen por constituir el tema principal del cuento, están dispersas en todos los otros, y vale mencionar La gitanilla (ver el monólogo sobre la vida de los gitanos) y Rinconete y Cortadillo (sobre la vida de los ladrones). El casamiento engañoso es otro de los puntos altos, peculiarizado por la ruptura de la forma convencional de la novela. De un episodio protagonizado por personajes picarescos, entramos a un coloquio que lleva su propio nombre de novela dentro de esta novela o cuento corto. Ya Cervantes nos tiene acostumbrados a estas referencias a realidad y ficción entremezcladas en su Qujote. Este texto no le va en saga, ya que su extensión lo diferencia tanto en objetivos como en logros. Dos perros, Cipión y Berganza, perros de hospital (u hospicio), descubren que pueden hablar, y sin poder detenerse, hablan de sus vidas, de los dueños que han tenido, y sus reflexiones semi filosóficas son una excusa para hablar del hombre y del mundo. Este cuento contiene uno de los fragmentos más logrados y más bellos, cuando Berganza relata lo que una bruja le ha dicho sobre sus ancestros. Este episodio sobresale tanto por su belleza narrativa como por la fuerza temática que implica y subyace. El misterio del mal y de la magia apenas insinuado dentro de un texto cuya ironía y ternura se alternan tan magistralmente que se confunden para dejar este resabio agridulce y placentero al mismo tiempo en la boca del lector. El último cuento, La tía fingida, se destaca por la crudeza más desnuda de su tema, una joven es prostituida por una mujer que la recogió de la calle. Como en el resto de los cuentos, el final es feliz, y el amor es el elemento que rescata a las jóvenes perdidas, pero es un texto que también concentra en menos páginas y mayor densidad todo lo que venimos diciendo, la ironía y cierto humor trágico como medio hacer tolerable la cruel realidad.
Patricia Highsmith: Ese dulce mal (1960) Publicada a los 39 años de la autora, esta novela incluye las motivaciones e inquietudes de casi toda su obra, compartiendo también la destreza y la maestría técnica de su escritura. La autora narra en tercera persona, pero siempre desde el punto de vista del protagonista. Teniendo en cuenta que el personaje es lo que podría calificarse de psicópata, la verdad y la mentira de lo que le sucede van modificándose a lo largo de la novela. Pero no es una confusión para el lector sino solamente para el personaje. Veamos. Desde el principio, la novela plantea algo extraño. El protagonista tiene una particularidad: vive en base a una cierta "situación" personal. Algo que determina su pensamiento y acción. Pero este planteamiento de una conducta anómala se va diluyendo a medida que se explica, y por lo tanto su conducta y sus razonamientos llegan a ganarse la complicidad del lector, porque no difieren en mucho de cualquier otro comportamiento, sus fantasías y deseos imposibles. David Kelsey es un profesional químico, de aparente brillantez e inteligencia, pero no completamente explotada por una escasez de ambición real que después veremos está intrinsicamente relacionada con su patología, se obsesiona por una mujer con la que ha salido por un mes y que luego se casa con otro hombre. El protagonista da por sentado que fue una especie de traición, por más que no haya habido promesas ni un real compromiso por parte de la mujer. A su vez, él vive los días de semana en una pensión, y los fines de semana dice pasarlos con su madre enferma. Pero en realidad su madre ha muerto, y él pasa solo esos días en una casa que ha comprado bajo otro nombre para su prometida, e imaginando que ella vive allí. Las mentiras con las que se engaña a sí mismo no dejan de serlo para él, es decir, es consciente que las cosas no son como le gustaría, pero a la vez que insiste en cambiarlas mediante recursos obsesivos y ridículos, trata de consolarse pensando en que las cosas ya han cambiado, y para ello utiliza su imaginación, único medio de consuelo. Envía cartas y visita a la mujer y su esposo. Los intimida mediante apremios que él no deja de calificar de amables y educados. La lógica con que intentan hacerlo entrar en razón no coincide con la suya. De a poco, entonces, el mundo y su vida se van desmoronando a su alrededor, sin que él esté dispuesto a darse cuenta de la gravedad, como un enfermo al que le han dado un plazo y él insiste en decir que vivirá para siempre. Las consecuencias de esta conducta, entonces, son trágicas. Porque la violencia hace su aparición inevitable cuando están en juego las pasiones, y la cordura desaparece ante la falta total de respuesta. Él es responsable de la muerte del esposo de la mujer, por más que insista en decirse que era otro nombre el que llevaba cuando lo hizo. Es también responsable de la muerte de una chica que estaba enamorada de él. Ambas personalidades bajo las que actúa han cometido un crimen. Toda la novela es una larga tesis de comportamiento patológico, pero también es una alegoría muy bien tramada sobre las relaciones humanas. Todos estos personajes jamás coinciden en sus sentimientos. La mujer que él ama no lo ama, y él no ama a la chica que se ha enamorado de él. Su mejor amigo aborrece a la mujer con la que se ha casado. Y las aparentes buenas relaciones del protagonista con sus vecinos de pensión se basan en supuestos falsos. Por lo tanto, parece decirnos la autora, las única relaciones pacíficas y amables son las mantenidas dentro de los límites de la mentira. Siempre hay una lucha tanto en la amistad, el amor, o el simple compañerismo o vecindad. También la noción de identidad es puesta en duda. Lo que somos la mayoría de las veces lo aborrecemos, queremos cambiar de nombre y forma de vida. Y en estas fantasías incluimos a los demás, modificándolos a voluntad de nuestra imaginación y deseo. La novela nos habla de cuáles pueden ser las consecuencias de este querer forzar la realidad . Siempre chocaremos contra una pared si insistimos en eso, y la pared no hará más que hacernos daño, más definitivo mientras más insistamos. Por David Kelsey, el protagonista, uno no puede sentir más que lástima, dolor, aborrecimiento. Pero sin duda habrá también una especie de cariño muy tenue y constante, basado en que sus sueños, sus deseos más profundos, se parecen mucho a los nuestros. El lenguaje de Highsmith tiene su particular estilo, una mezcla de relato desapasionado pero no frío ni distante, ni periodístico ni intimista, simplemente exacto, elegante pero no académico. Es un estilo que fluye con las acciones de los personajes, implícitamente ancladas éstas en el psicologismo que se va colando no con referencias directas ni reflexiones, sino con una tenue y casi imperceptible simbiosis entre lenguaje y contenido. Ese, entonces, es el maravilloso resultado que llamamos estilo. Highsmith no escribe desde un género en particular. Es magistral la forma en que traduce los sentimientos masculinos particularizados en una personalidad determinada. Es también de una destreza encomiable cómo mantiene el nivel de interés durante más de 300 páginas, mediante este recurso tan difícil, es decir, el punto de vista limitado pero de visión cambiante. Porque lo que cambia no es tanto la realidad, sino lo que David ve de la realidad. Lentamente se van colando "verdades" en su visión, cosas que debe ir aceptando y lo mortifican, por más que niegue su importancia o trascendencia. El lector, por más que vea a través de esta visión distorsionada, se da cuenta que la realidad que rodea a David es distinta a como él la ve, y muchas veces uno quisiera gritarle, prevenirle que se está equivocando. Pero su camino es como el de esos antihéroes a los que debemos dejar libres, resignándonos a verlos destruirse a sí mismos, compartiendo su dolor primero, y luego una terrible sensación de vacío y futilidad. Lo que Highsmith nos cuenta no se aleja de la psicopatología habitual del hombre contemporáneo. No hablamos de trastornos genéticos ni causas ambientales o familiares, sino simplemente de un hombre que ha cambiado muy lentamente, que ha sabido ocultar su mundo interior alterado y retorcido una gran cantidad de tiempo. Pero como jamás podremos aislarnos del mundo externo, éste nos afecta, nos obliga a involucrarnos y luego decide eliminarnos si nos equivocamos, si nos convertimos en alguien que, como una de las vecinas viejas y entrometidas de la novela, cabe calificar de "indeseables". Fea palabra, educada pero tal vez la más cruel palabra para cualquiera que pretenda sentirse parte de la comunidad humana. El final es otro punto altísimo en esta excelente novela. No cabría otro final, seguramente, y el lector viene especulando en que no hay muchos finales posibles para este largo itinerario de autodestrucción. No hay más alternativa que la muerte voluntaria para el protagonista, e incluso tal vez no sea una muerte para él. Porque su último pensamiento está dedicado a esa mujer que soñó, mucho más hermosa y más merecedora de su imposible amor que la real.
Ilustración: Norman Rockwell
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