lunes, 7 de agosto de 2023

El sueño es vigilia



1



del cementerio se levanta un vaho de cristal

que se rompe como la piel seca de los muertos

tierra como un gran hueso quebrado

cuando caminamos sobre él


habitamos la superficie de un cráneo

cuyo centro contiene la masa ígnea del cerebro


la cabeza humana es un cementerio



2.



el gato de oro

se comió tres cuartos del pastel

preparado por la abuela del carcelero


un pastel de habas con corazones de alcaucil

devuelto por perros hambrientos

que no toleraron la dieta de un asesino


la abuela visitó a su nieto para su cumpleaños

con el gato en brazos y el pastel,

empezó a dictarle una receta


volveré con la niña del vecino

dijo al despedirse


al salir tenía las manos vacías



3.



la casa tiene diez timbres:

uno para la puerta principal

otro para la del patio que da al río

el tercero para el perro tímido desde que murieron sus cachorros

el cuarto para el vendedor de hojillas de afeitar

el quinto para el viento del invierno-aunque rara vez lo usa-

el sexto para las hormigas, cuando la casa esté sola

el séptimo para el enterrador, el día que él desee

el octavo para la entrada y salida de las prostitutas

el noveno, por encima de la puerta, para la visita de mi madre

el último no está afuera, sino del lado de adentro,

para la mañana en que la casa me permita salir



4.


el alma de los tigres está tan lejos del espíritu de un roble

como una armería se parece a un psiquiátrico

o un vendedor de pararrayos a un vendedor de plumas


el secreto está en la semejanza

con que un hombre llorando a gachas

puede confundirse con un árbol cortado


la distancia entre las cosas

es la esencia de cada objeto

así como Dios está tan lejos de su propia cara



5.



la luna cayó a veinte metros del ministerio de justicia

sobre dos hombres que estaban peleando

no se realizó ningún sumario

ni se elevó pedido de extradición

no hay fronteras para un asesino

que no tiene manos ni brazos

que no tiene ojos para mirar lo que mata


la policía levantó los cuerpos

y los depositó en la morgue

los restos de la luna fueron recogidos con palas

envueltos en bolsas negras

y llevados al basurero de la ciudad


allí descansan los esqueletos del cielo


ya no hay luces en las noches ni fuego en los hogares

la gente mira al cielo como quien mira

un pozo lleno de niños muertos



6.



he caminado por la cornisa de un edificio en llamas

las lanzas de agua de los bomberos no me alcanzaron


llegué al extremo del puente interrumpido

contemplé la ciudad habitada por caracoles gigantes

que dan vueltas en círculos sobre sí mismos

las alondras llegan en bandadas

y de a cientos levantan a cada caracol

para llevarlos a los nidos del cielo


el agua a mis pies es un mar

con cascos rojos y velas de cuero negro

donde nadan los escarabajos del cementerio


para una ciudad el fuego es una enfermedad

pero el mar es la muerte




7.



los errores de un árbol se tapan con estiércol

los errores de un santo con páginas de tinta


los crímenes humanos no son deudas

son pagos al dios de la hierba

que crece en las comisuras de los labios

y entre los pliegues de las manos


la suciedad de hongos como lagos extensos

donde nacen los dioses acuáticos

con aletas plegadas en sacras palmas

y bocas con burbujas de sangre


el error es un número cero después de la última cifra

donde cada punto tiene dos caras:

la de un feto y la de un cadáver



8.


cuando veas en el bosque

una docena de búhos cazando ratas

es porque la luna no ha salido aún

le temen y no cazan si ella los está mirando


cuando en el bosque encuentres

una docena de lobos muertos

la luna ya se ha levantado

ellos no toleran la luz de su sombra


en el bosque hay doce árboles caídos

ordenados con simetría en un prisma

porque no soportaron el tamaño del pasado

y la luna yace entre ellos


en todos los bosques del  mundo

verás docenas de prismas iguales

con cadáveres de lobos en el centro

y búhos volando sobre ellos

la luna sale y se pone rodeada de polvo


desde la ciudad escucharás cada noche

los gritos de las ratas




9


en el tren

hay cien pasajeros sentados

todos hombres que miran un punto fijo

quizá la nuca del que está adelante

quizá los ojos del hombre de enfrente


no se mueven

apenas pestañean cada exactos veinte segundos

sólo sus cabellos se agitan con la brisa del otoño

que entra por las ventanillas abiertas

sus hombros se rozan en los asientos contiguos


el tren no se detiene en las estaciones

el guarda pasa a pedir boletos

sólo entonces cada pasajero levanta su mano derecha

y extrae el boleto del bolsillo izquierdo de su saco

el guarda no hace preguntas y se va en silencio


pero el tren descarrila, se inclina hacia un lado

más y más hasta que se tumba en la tierra junto a las vías

los hombres no se sujetan a nada, se dejan caer unos sobre otros

las telas prolijas se desgarran, hay sangre en las caras

los brazos se tuercen, los hierros del vagón los rodean

como serpientes con huesos fundidos en fraguas


ellos no se han resistido al deseo del tren

la voluntad de la inercia, el grávido corazón de la física

sus ojos ahora cerrados no parpadean

únicamente los cabellos se siguen moviendo

tocados por las manos blancas del viento del otoño




10


una lanza te atraviesa la cabeza

estás de espalda sobre la tierra húmeda

pero el cielo es un cielo de ciudad

hueles el estiércol

el aroma de la madura fruta caída

y de arriba llega el calor de neumáticos gastados


en tus oídos hay un umbral

por debajo del cual oyes pisadas de animales

el viento entre las ramas y el llamado del búho

pero encima te aturden las bocinas de los autos

los gritos de un hombre enojado

y el llanto de niños en un hospital


llega una ambulancia y se estaciona en el barro

pero su blancura está manchada de smog

bajará un hombre a evaluar tu condición

verá un orificio en la frente, otro en la nuca

tal vez toque el barro al levantarte la cabeza

pero también verá la sangre en el asfalto


lo que no podrá explicarse

es por qué el trayecto de la bala sigue intacto

como si algo más lo ocupase,

si el hombre de blanco te palpara la frente

con más cuidado por una vez siquiera

podría sentir con sus dedos la lanza

que atraviesa tu cabeza











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