lunes, 22 de abril de 2024

Guerra



 

 

1

 

 

los motores tiemblan

                                  en los huesos del campesino

 

hierro más pesado que la tierra

brillos de metal

                         espigas de trigo

luces de un millón de girasoles

 

los aviones

                    abren los vientres

dejan caer

                 fragmentos de su alma

 

bajo la sombra de las alas

                                        un hombre

                                                         en la llanura

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2

 

 

un hombre se quita la ropa

se cubre el cuerpo con barro

                  construye un arma

imita el gruñido de las bestias

el ladrido de los perros

atisba entre los árboles

                                    la sombra

                  luces de los ojos

y en el fuego que ha creado

                             de la nada

arroja los cadáveres

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3

 

 

de los límites de la ciudad

                                          es imposible salir

sogas de hierro

cadenas de músculos

                                   atraen hacia el centro

de una fosa

rodeada por ojos de jóvenes sedientos

con ancianos desnudos a sus espaldas

 

un pozo

donde los aviones caen

                               y las torres se derrumban

sobre flujos humanos

acero fundido

                     mares de petróleo

para sepultar a los difuntos

        

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4

 

 

Ricardo de Gloucester hacía nacer

                     la ira del hombre

su corazón estaba en su giba

y no permitía que nadie lo viese de espaldas

 

tramaba intrigas como una diestra tejedora

y la furia surgía en respuesta

los cañones tronaban

el sudor del miedo

podía olerse más fuerte que el rocío de la mañana

los ejércitos salían al campo de batalla

entrechocaban lanzas y rompían huesos

hasta deshacerse en los fragmentos del caos

 

el mundo entonces era hermoso

                               se asemejaba a su cuerpo

 

                                                                                                                    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5

 

 

la débil voz de Camus

                           extranjero en tierras de hambre

enuncia con triste sonrisa

discursos contra la guerra

frente a auditorios con armas de fuego bajo la ropa

y bisturís señalando páginas

afuera suenan los altavoces

disparos en la calle                         

 

una estudiante se acerca con voz de polen

él mastica el pan que ella le ofrece con  ojos de hierro

                            cuerpo de hiena

 

él cae sobre los libros

que ya nunca escribirá

y ella huye hacia las sirenas que brotan

                            del último estallido

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6

 

 

Yago dice a Hamlet

el alma de la mujer

es un fondo herrumbroso en el cuerpo

y su aliento huele a deliciosos perfumes

mientras habla

 

detrás del frente de batalla

lady Macbeth enseña a Ofelia

a pintarse los labios con  óxido de espadas viejas

besa a Hamlet, le aconseja

lo salvarás de la locura

 

pero él no deja de llorar

la muerte de su padre

y Ofelia se mata en un río

que arrastra carne de soldados

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7

 

 

los ejércitos llegan al desierto

las manos atadas al

                   sexo

los soldados gritan al morir

frotando sus armas

                 disparar, gemir

 

el general aún comanda

                  las fuerzas

la lluvia de arena se mezcla

con la fuente de negros pozos

 

el general sabe quién es

no instrumento, sino fin

su propio sexo en el último pliegue del

                    pecho

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8

 

 

dicen que es inhumano golpear las paredes

yo golpeo a los perros contra ellas

a mujeres y niños que aún no han nacido

y la cabeza de un hombre deforme

                                     contra las piedras

 

no digan que no soy humano

jamás arrancaría

esta roca con hiedras que crece en mi pecho

o vaciaría a puñados la cal de mi cerebro

                      ni arruinaría el filo de mis manos

                      con un material menos noble

                      que la carne

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

9

 

 

no nos gustan los verdugos

no por condenar la pena de muerte

                      sino la soga en el cuello

                      la corbata que pende de una viga

                      esa venda con que un día, en invierno

                      nos taparon los ojos

 

cuando pongamos la cabeza en el madero

la cuchilla zumbará

el piso se abrirá

las hachas brillarán como el sol

             

             en los ojos del verdugo

             no hay perdón ni lástima

apenas esa misericordia

con que intentamos excusarnos

 

aquel que mira el rostro de su verdugo

                             se mira

 

 

 

                                                  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

10

 

 

no hay leyes en la batalla

sino estigmas en la piel

proyectos a sancionar en el parlamento

hospitales que registran estas marcas

médicos hablando de doctrinas

escritas por quienes han leído de la guerra

desde altos helicópteros numerados

 

los soldados

aprenderán el código de la guerra

tal vez pierdan los dedos

sus brazos servirán de apoyo al fusil

y si no tienen brazos

las piernas ejercitarán el acto

 

abandonados por dios presidente

quizá también les corten las piernas

pero sus cabezas construirán

labios, saliva y dientes con sangre

bautizarán el instrumento del fuego

 

para besar el cuerpo del enemigo

matarlo con ese beso

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

11

 

 

el soldado se distrae

se seca el sudor con un pañuelo no reglamentario

arrugado como flor rota en el bolsillo

unos niños bajan del micro

y corren hacia los hombres

que llevan fusiles a la espalda

juguetes en las bolsas sobre sus hombros

y caramelos en las manos

 

el soldado ahora sonríe lánguidamente

piensa en su mujer

 

pero tras el volante hay un extraño

él de pronto sabe

-como si unas brujas se lo hubiesen revelado-

que el vehículo es camuflaje

del oscuro fondo que se hunde en el asfalto

 

levanta el arma y apunta

y en los ojos del otro ve

lo que su alma adivina

lo intuido en noches donde hasta Dios

es menos cruel que los gritos de un sargento

 

no se atreve a disparar

 

será después del estallido

-entre fragmentos de cuerpos

quemados como caramelos en fuentes de carne

cuando los funerales hayan pasado

y las noticias se pierdan en ríos de leyes

tropas avancen

redimidas por papeles fabricados

en edificios de moneda-

cuando el soldado recordará la sangre en  tubos de plástico

sirenas rojas cantando desde autos blancos

 

pero él entonces estará seguro

que su memoria valdrá tanto

como el polvo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

12

 

 

ya no hay tambores redoblando

ni cornetas que anuncien el alba o el fin de la batalla

hay toses de cigarrillos

cascos atados bajo barbillas sin barba

 

ellos han tenido sexo antes de la primera lección de fuego

en galpones de extensos campos de entrenamiento

largos veranos que han sido uno solo, días calurosos en sábanas sucias

colchones finos como capas de cebollas con olor a aceite

cosméticos y lubricantes para el sexo y los fusiles

 

se preguntan, mirando el cielo raso, si los cañones de antaño

los habrían dejado sordos, tal vez, les responden

las órdenes del sargento y el cabo y el coronel repercuten

en los laberintos del hueso temporal que asila los

tímpanos que alguna vez escucharon la marcha fúnebre

sin saber a quién estaban llevando

 

a tu abuelo, escuchó decir a sus padres, a tus tíos y a tu hermano

arrastrados no cargados en cajones de metal por aires de fuego

aviones hércules hacia islas distantes y nunca pronunciadas por

maestros que aprenden, al mismo tiempo que enseñan lo que

no saben, vergüenzas de escuelas en tarde de otoño, donde los números

en los pizarrones son pequeños ángeles de sabiduría

junto al recuerdo de los tiros que llegan de las calles, los vidrios rotos

y los gritos que anuncian epitafios y construyen lápidas en el aire

hacia oídos vírgenes del sonido de los muertos

 

sordos a las sirenas que nos despiertan a las cinco de la mañana

desnudos y bajo agua fría, obligados a levantar la carne de los cuerpos

heridos los muslos y las manos sobre el asfalto

del patio de recreos, recordando los juegos bajo la ducha

torsos como gacelas rosadas, flamígeros brazos de pieles blancas

y los llantos en la oscuridad, ahogados por almohadas que en la mañana olerán

a semen y saliva

 

aromas que crecen cuando el grito de los cadetes se libera

en luces cegadoras y lejanos cañoneos que se acercan

aviones que estremecen la estructura de la base

no simulacro, se repite, no simulacro, metrallas y zumbidos

cargas que detonan, cuerpos mezclados entre vidrios y cemento

tierra cayendo del cielo

sobre montículos de huesos

que las bombas construyen en el barro

piadosas mensajeras

que me traen la voz

la caricia de mi padre

una larga tarde

en los pinares

junto a la playa soleada

 

 



Ilustración: Gassed (John Singer Sargent)




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