La muerte, cansada de esperar al viejo rabí, ya casi centenario, incansablemente entregado al estudio de los libros de la Ley, se disfrazó de rosa, y fue su nieta, inocente de lo que hacía, quien se la llevó al abuelo, que murió al aspirar el perfume de la flor.
Ilustración: Dillon Samuelson
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