Esquelético, hambriento, el pobre tiene
los ojos tristes y el andar calmoso,
a ratos a la sombra se detiene
en procura de un poco de reposo.
La turba de pilletes atorrantes
lo acosa a cascotazos despiadada,
él los mira con ojos suplicantes
y continúa su infeliz jornada...
¡Esta rabioso!, grita una chicuela
que pasa en dirección para la escuela,
y huye del can, llorosa y asustada.
Y por instigación de una vecina,
el botón de parada en una esquina
le acelera su marcha hacia la Nada.
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