1
cuando el cuerpo cuelga de una soga al cuello
los músculos se contraen
para evitar el desgarro del pensamiento
hilachas de ideas en que el hombre
se deshace mientras muere
pero antes el cuerpo se defiende
se crispan las manos
como uñas de gatos arañando
el aire que los verdugos respiran
en la piel del reo
las venas son flores transparentes
brillan a la luz del sol
los jueces se ofuscan
no para reírse lo hemos castigado
en la boca del ajusticiado
sigue ese gesto extraño
la garganta hecha un nudo de trapos
ahogando los gritos de la resistencia
luego la risa sin sonido
paródica mueca en una frente arrugada
y el cuerpo meciéndose con el viento
2
la guillotina brilla a la luz del mediodía
tus ojos miran el mundo detrás de tu cabeza
que sientes cortar y caer
como picotazos de pájaros carnívoros
escuchas los graznidos
y ves la sombra de sus alas alrededor del patíbulo
la voz del verdugo roe el aire que respira
y su aliento, aunque humano, no te consuela
él es más que un hombre solo
es carne y el sonido de la hoja que cae
ya estás en otra parte
en el canasto cuyo fondo nunca verás
porque es de tierra
y ambas
-tierra y guillotina-
no consienten mirar hacia atrás
3
las manos sostienen el mango del hacha
brazos anchos como el cuerpo de un niño
hombros como poleas de una máquina
y encima la cabeza encerrada en la capucha
deberás ver sólo el hacha mientras cae
sentir en la nuca el frío del invierno
no la nieve, sino el granizo de la madrugada
luego el ardor intenso
igual a miles de hormigas recorriendo tu sangre
arañas y avispas mordiendo la piel
sin que puedas llevarte una mano a la espalda
pero tu cabeza ya no te pertenece
ese grito que escuchas nace del canasto de paja
frente a lo que queda de tu cuerpo
el verdugo recogerá la cabeza
envuelta en una tela fría que no acaricia
lastima como ese único golpe de tu madre
el día que volviste a casa
después de matar por primera vez
4
ella me toma de la mano
tiene el olor de los hospitales
me acaricia con algodón el pliegue del brazo
un pinchazo con el recuerdo de la cocaína y de la infancia
te hará dormir suavemente
pero ahora duele, quema la piel
no la sangre, me corta los huesos
dioses que me miran morir desde atrás de las ventanas
quítenme el dolor de los árboles que caen
dioses de piedad que no devuelven la infancia
ella me lleva otra vez al pequeño mundo
donde no habrá inyecciones ni remedios
ni tienen significado la prevención o el castigo
todo allí es vida o es muerte
porque no existen los indescifrables
intermedios de la ley
5
sentado en la cámara de gas
las manos atadas y una venda sobre los ojos
aspirar y exhalar con lentitud
para que no haya dolor
sino un suave mecerse del alma
como tener un almohadón en la cara
ni siquiera el dulce olor puede impedir el miedo
tiemblo con el frío del viento
que recrea las formas del pasado
pero ya no temo a eso tampoco
es el futuro que no existe
la desesperada definición
del ya no soy
6
paneles con botones de alto voltaje
cables que transmiten corriente
hacia una silla común reforzada
y sentado: él
un hombre solo con venda
que habría rechazado de haber podido
porque quisiera ver algo más que oscuridad
antes de la oscuridad
sabe, le han dicho, que allá habrá sólo eso
y desea seguir viendo la luz de los tubos
parecida al de aquel cuarto
donde durmió, hizo el amor
y leyó tres libros por semana
ahora los hombres lo miran
no hay más tiempo le dicen, no hay más
escucha el ruido metálico de la perilla
aumentando el potencial en sentido horario
sólo la luz queda en la habitación de la muerte
y el olor agrio
de la carne quemada
7
los encargados parecen apóstoles de Cristo
recogen el cuerpo
lo envuelven en una bolsa negra con cierres
limpian los restos de la carne adherida a la silla
se protegen con barbijos
pero siempre sienten el aroma
que penetra en su piel a pesar de los guantes
y no es el olor de la ejecución
hay un perfume a casa vieja y paredes húmedas
de cuerpos que regresan al lugar en que nacieron
de sábanas, viscosidad de semen y sudor
cuando los encargados terminen el trabajo
se llevarán a sus camas los olores de los muertos
8
no es miedo o dolor
ni repulsión del crimen o el deber juramentado
es un sonido que apenas nos atrevemos a reconocer
mucho menos a contradecir
lo ocultamos con palabras fuertes
que suenan como truenos incesantes
y salimos a la luz porque la claridad
desbarata los intentos de la angustia
pero algo siempre cruje y se rompe y abre las rendijas
por donde salen olores disfrazados de ira
ecos que la piedad llegaría a justificar
a falta de mayor sabiduría
aunque no los jueces
ellos escuchan sus propios ecos
en las grietas de sus cuerpos bajo los trajes
en el profundo pecho hundido tras la corbata
presienten lo mismo que condenan
9
la piedad es de los hombres
la misericordia de los dioses
otorgar piedad no es conmutar sentencias
así lo entienden quienes hablan de la ley
no damos misericordia
porque no somos dioses
condenamos a muerte por la ley del talión
que jamás muere con el tiempo
es la esencia del tiempo como paso por la tierra
donde la misericordia no llega
aunque sí la piedad de un par de niños cuyos ojos han muerto
los que no ven son capaces de la lástima
los que no huelen pueden oler
el aroma del cielo
en los cuerpos de los otros
la ley tiene el filo de un cuchillo que no se gasta
10
los cirujanos bajan al cementerio
cavan como sepultureros que reviven muertos
desatan sogas de ahorcados
desentierran puñales para clavar bisturís
exploran en las cavidades del hombre
no para el futuro sino el saber
la tragedia desencadenada por la pasión de las vísceras
arterias y venas conduciendo a los gusanos
desde el día primero de la vida al último de la nada
es la sangre de tierra y el polvo de roca y madera
donde crecen las larvas que transformarán
la carne en heces
luego en tierra y en polvo
que ni siquiera el viento querrá llevarse
cirujanos y doctores
últimos sacerdotes de la ceremonia
que algunos llaman expiación y otros ley
no los abogados ni los jueces
sino los forenses verán de qué sustancia
están hechos los hombres
y el conocimiento quedará en sus mentes
tal vez en libros que nadie más leerá
porque la vida de los muertos
sólo es tolerable si se la cubre con aceites
perfumada con inciensos
y vestida con la palabra
resurrección
Ilustración: Gustave Doré
No hay comentarios:
Publicar un comentario