lunes, 4 de noviembre de 2024

Cogote de pollo (Alicia Gugliotti)










Hoy murió mi madre. Ahora  puedo comer cogote de pollo. No quiero ir al velatorio. Mis hermanos están allá, pero yo no voy a ir porque  vienen los amigos, los vecinos, los parientes …Todos te dicen que lo sienten mucho ¡Qué lo van a sentir! Si no era la madre de ellos. ..

Seguro que todos comieron alguna vez, cogote de pollo. Yo no, ahora lo voy a comer. "Al que come el cogote del pollo se le muere la madre. Yo puedo comer porque la mía ya murió". Esto se lo escuché decir a mi vieja durante años…Cada vez que había pollo en la mesa y era seguido…Mi padre jamás descuidó ni el gallinero ni la quintita. ¡Había que trabajar para  que comieran siete pibes!

 De entrada me lo creí; era chico. Con el tiempo, me fui dando cuenta  de que era  lo único que ella comía ... Me quedó tan grabado que jamás probé el cogote del pollo...

 Se me grabó como todo lo que decía la polaca…La polaca…en el barrio  la llamaban así . Tenía un nombre tan lindo…Mileba ...Siempre me sonó a lluvia, al olor del pasto recién cortado…Mileba…Mi viejo la llamaba así, con ese nombre ondulado, diáfano y firme. Así era ella. "Ayer ya pasó. No hay que recordar las cosas tristes…La vida empieza mañana"… No eran sólo palabras; lo demostró con su vida entera. Menuda, siempre corriendo de un lado a otro, con sus invariables vestidos de mangas largas, aún en pleno verano. . . 

Esta mañana, cuando me avisaron que estaba grave, corrí al hospital. Llegué a la puerta, temblando. No me animaba a entrar; crucé al bar de enfrente, pedí un café y fumé un cigarrillo. Ya temblaba menos y entonces, entré. 

La encontré en la cama, rodeada de mis hermanos. Por el ventanal, se filtraban algunos rayos dibujando arabescos sobre la cama y el cabello de mamá. Se me antojó un adorno. Sentí una gran paz.  Me acerqué. Su mirada azul me acarició largamente, sonrió y …se fue…serena, segura.

Entonces  me di cuenta de que tenía  los brazos destapados Los vi por primera vez. Flacos, arrugados y ahí, entre las alforzas de sus carnes, el número. Parecía escrito en un papel que luego se estruja…

Lloré hasta secarme. 





Ilustración: Jan Weenix


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