domingo, 1 de septiembre de 2024

Coloquio de los Centauros (Rubén Darío)

 










En la isla en que detiene su esquife el argonauta

del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta

de las eternas liras se escucha: -Isla de oro

en que el tritón elige su caracol sonoro

y la sirena blanca va a ver el sol -un día

se oye un tropel vibrante de fuerza y de armonía.


Son los centauros. Cubre la llanura. Les siente

la montaña. De lejos, forman son de torrente

que cae; su galope al aire que reposa

despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa.


Son los centauros. Unos enormes, rudos; otros

alegres y saltones como jóvenes potros;

unos con largas barbas como los padres-ríos,

otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos,

y de robustos músculos, brazos y lomos aptos

para portar las ninfas rosadas en los raptos.


Van en galope rítmico. Junto a un fresco boscaje,

frente al gran Oceano, se paran. El paisaje

recibe de la urna matinal luz sagrada

que el vasto azul suaviza con límpida mirada.

Y se oyen seres terrestres y habitantes marinos

la voz de los crinados cuadrúpedos divinos.


QUIRÓN


Calladas las bocinas a los tritones gratas,

calladas las sirenas de labios escarlatas,

los carrillos de Eolo desinflados, digamos

junto al laurel ilustre de florecidos ramos

la gloria inmarcesible de las Musas hermosas

y el triunfo del terrible misterio de las cosas.

He aquí que renacen los lauros milenarios;

vuelven a dar su lumbre los viejos lapidarios;

y anímase en mi cuerpo de Centauro inmortal

la sangre del celeste caballo paternal.


RETO


Arquero luminoso, desde el zodiaco llegas;

aún presas en las crines tienes abejas griegas;

aún del dardo herakleo muestras la roja herida

por do salir no pudo la esencia de tu vida.

¡Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana

de la verdad que busca la triste raza humana:

aún Esculapio sigue la vena de tu ciencia;

siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia

con el manjar salvaje que le ofreciste un día,

y Herakles, descuidando su maza, en la harmonía

de los astros, se eleva bajo el cielo nocturno…


QUIRÓN


La ciencia es flor del tiempo: mi padre fue Saturno.


ABANTES


Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre

de la tierra y al germen que entre las rocas y entre

las carnes de los árboles, y dentro humana forma

es un mismo secreto y es una misma norma,

potente y sutilísimo, universal resumen

de la suprema fuerza, de la virtud del Numen.


QUIRÓN


¡Himnos! Las cosas tienen un ser vital: las cosas

tienen raros aspectos, miradas misteriosas;

toda forma es un gesto, una cifra, un enigma;

en cada átomo existe un incógnito estigma;

cada hoja de cada árbol canta un propio cantar

y hay un alma en cada una de las gotas del mar;

el vate, el sacerdote, suele oír el acento

desconocido; a veces enuncia el vago viento

un misterio; y revela una inicial la espuma

o la flor; y se escuchan palabras de la bruma.

Y el hombre favorito del numen, en la linfa

o la ráfaga, encuentra mentor; -demonio o ninfa.


FOLO


El biforme ixionida comprende de la altura,

por la materna gracia, la lumbre que fulgura,

a nube que se anima de luz y que decora

el pavimento en donde rige su carro Aurora,

y la banda de Iris que tiene siete rayos

cual la lira en sus brazos siete cuerdas; los mayos

en la fragante tierra llenos de ramos bellos,

y Polo coronado de cándidos cabellos.

El ixionida pasa veloz por la montaña

rompiendo con el pecho de la maleza huraña

los erizados brazos, las cárceles hostiles;

escuchan sus orejas los ecos más sutiles:

sus ojos atraviesan las intrincadas hojas

mientras sus manos toman para sus bocas rojas

las frescas bayas altas que el sátiro codicia;

junto a la oculta frente su mirada acaricia

las curvas de las ninfas del séquito de Diana;

pues en su cuerpo corre también la esencia humana

unida a la corriente de la savia divina

y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina.

Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube.


QUIRÓN


Sus cuatro patas, bajan; su testa erguida, sube.


ORNEO


Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos

seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos

de bien y mal, de odio o de amor, o de pena

o gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena.


QUIRÓN


Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo:

son formas del Enigma la paloma y el cuervo.


ASTILO


El Enigma es el soplo que hace cantar la lira.


NESO


¡El Enigma es el rostro fatal de Deyanira!

Mi espalda aún guarda el dulce perfume de la Bella;

aún mis pupilas llama su claridad de estrella.

¡Oh aroma de su sexo! ¡Oh rosas y alabastros!

¡Oh envidias de las flores y celos de los astros!


QUIRÓN


Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa

con la marina espuma formara nieve y rosa,

hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena

Al cielo alzó los brazos la lírica sirena,

los curvos hipocampos sobre las verdes ondas

levaron los hocicos; y caderas redondas,

tritónicas melenas y dorsos de delfines

junto a la Reina nueva se vieron. Los confines

del mar llenó el grandioso clamor; el universo

sintió que un nombre harmónico, sonoro como un verso

llenaba el hondo hueco de la altura; ese nombre

hizo gemir la tierra de amor: fue para el hombre

más alto que el de Jove: y los númenes mismos

lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos

tuvieron una gracia de luz. ¡VENUS impera!

Ella es entre las reinas celestes la primera,

pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura.

¡Vaso de miel y mirra brotó de la amargura!

Ella es la más gallarda de las emperatrices;

princesa de los gérmenes, reina de las matrices,

señora de las savias y de las atracciones,

señora de los besos y de los corazones.


EURITO


¡No olvidaré los ojos radiantes de Hipodamia!


HIPEA


Yo sé de la hembra humana la original infamia.

Venus anima artera sus máquinas fatales,

tras sus radiantes ojos ríen traidores males,

de su floral perfume se exhala sutil daño;

su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño.

Tiene las formas puras del ánfora, y la risa

del agua que la brisa riza y el sol irisa;

mas la ponzoña ingénita su máscara pregona:

mejores son el águila, la yegua y la leona.

De su húmeda impureza brota el calor que enerva

los mismos sacros dones de la imperial Minerva;

y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte,

hay un olor que llena la barca de Caronte.


ODITES


Como una miel celeste hay en su lengua fina;

su piel de flor aún húmeda está de agua marina.

Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora,

la cabellera espesa, la pierna vencedora.

Ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto;

ante su rostro olímpico no habría rostro adusto;

las Gracias junto a ella quedarían confusas,

y las ligeras Horas y las sublimes Musas

por ella detuvieran sus giros y su canto.


HIPEA


Ella la causa fuera de inenarrable espanto:

por ella el ixionida dobló su cuello fuerte.

La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte.


QUIRÓN


Por suma ley un día llegará el himeneo

que el soñador aguarda: Cinis será Ceneo;

claro será el origen del femenino arcano:

la Esfinge tal secreto dirá a su soberano.


CLITO


Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos

a los humanos seres; la clave de los hechos

conócela el vidente; Homero con su báculo,

en su gruta Deifobe, la lengua del Oráculo.


CAUMANTES


El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe,

en el Centauro el bruto la vida humana absorbe,

el sátiro es la selva sagrada y la lujuria,

une sexuales ímpetus a la harmoniosa furia.

Pan junta la soberbia de la montaña agreste

al ritmo de la inmensa mecánica celeste;

la boca melodiosa que atrae en Sirenusa

es de la fiera alada y es de la suave musa;

con la bicorne bestia Pasifae se ayunta,

Naturaleza sabia formas diversas junta,

y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza,

el monstruo, siendo el símbolo, se viste de belleza.


GRINEO


Yo amo lo inanimado que amó el divino Hesiodo.


QUIRÓN


Grineo, sobre el mundo tiene un ánima todo.


GRINEO


He visto, entonces, raros ojos fijos en mí:

los vivos ojos rojos del alma del rubí;

los ojos luminosos del alma del topacio

y los de la esmeralda que del azul espacio

la maravilla imitan; los ojos de las gemas

de brillos peregrinos y mágicos emblemas.

Amo el granito duro que el arquitecto labra

y el mármol en que duermen la línea y la palabra…


QUIRÓN


A Deucalión y a Pirra, varones y mujeres

las piedras aún intactas dijeron: «¿Qué nos quieres?»


LÍCIDAS


Yo he visto los lemures flotar, en los nocturnos

instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos

el loco grito de Atis que su dolor revela

o la maravillosa canción de Filomela.

El galope apresuro, si en el boscaje miro

manes que pasan, y oigo su fúnebre suspiro.

Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio,

guarda el pavor sagrado de su fatal misterio.


ORNEO


La Muerte es de la Vida la inseparable hermana.


QUIRÓN


La Muerte es la victoria de la progenie humana.


MEDÓN


¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia

ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia.

Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;

en su rostro hay la gracia de la núbil doncella

y lleva una guirnalda de rosas siderales.

En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,

y en su diestra una copa con agua del olvido.

A sus pies, como un perro, yace un amor dormido.


AMICO


Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte.


QUIRÓN


La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte.


EURITO


Si el hombre -Prometeo- pudo robar la vida,

la clave de la muerte serale concedida.


QUIRÓN


La virgen de las vírgenes es inviolable y pura.

Nadie su casto cuerpo tendrá en la alcoba obscura,

ni beberá en sus labios el grito de victoria,

ni arrancará a su fuente las rosas de su gloria.

………………………………………………………….


Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano.

Sus truenos prolongados repite el Oceano;

bajo el dorado cerro del reluciente Apolo

vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo.

A lo lejos, un templo de mármol se divisa

entre laureles-rosa que hace cantar la brisa.

Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra

la veste transparente la helénica cigarra,

y por el llano extenso van en tropel sonoro

los Centauros y al paso, tiembla la Isla de Oro.






Ilustración: Eugene Fromentin






No hay comentarios:

La soledad (Alberto Moravia)

Aunque muy distintos uno del otro, Perrone y Mostallino eran inseparables, si bien en realidad no los unía la amistad, sino, como a menudo o...